¿TE CUESTA DECIDIR?

|

A lo largo de nuestra vida todos hemos tenido que tomar decisiones, unas más difíciles que otras, pero decisiones al fin y al cabo. Y en muchos casos ha supuesto un verdadero tormento. Si, un tormento, porque decidir supone elegir y elegir significa descartar todo lo demás. Y éso genera vértigo, miedo, culpa e incertidumbre…. De manera consciente o inconsciente no queremos elegir para no perder las demás opciones y evitar dolor emocional. Se trata de un mecanismo de protección.

A medida que alcanzamos la madurez aprendemos a elegir, a asumir la responsabilidad y a aceptar las consecuencias de nuestras decisiones.

Y lo más importante: aprendemos a comprometemos con nosotros mismos. Si no hay compromiso con uno mismo, realmente no hemos decidido.

Vamos a analizarlo con más detalle para que puedas reflexionar sobre los cuatro motivos más importantes por los que nos cuesta tanto decidir. Es posible que estén actuando uno, dos, tres  los cuatro a la vez.

1. Miedo a afrontar las responsabilidades que supone la decisión. Nuestra vida es nuestra responsabilidad y tomar conciencia de ello es maravilloso. Pero también puede aparecer el miedo y paralizarnos, volviéndonos indecisos.

2. No querer renunciar a otras opciones. Es importante ser consciente de que cuando no decidimos por miedo a perder oportunidades, lo más lógico es que las perdamos todas.

3. Sentirnos culpables por decidir. Algunas personas, por diversas experiencias en su infancia en la que ha intentado anular su voluntad, tienen la sensación de no tener derecho a decidir,sintiéndose culpables por ello.

4. Para no sentir culpa existencial. Para no pensar en todo lo que podríamos haber hecho. Este tipo de culpa se refiere a la idea de no haber vivido la vida como queríamos, a no haber aprovechado las oportunidades que hemos tenido.

Después de revisar estos motivos es lógico que intentemos posponer la toma de decisiones, involucrar a otras personas (para compartir responsabilidades), que esperemos que decida el destino o que idealicemos la opción elegida.

De cualquier forma, la primera decisión a tomar es: ¿Quieres realmente ser el protagonista de tu vida?

Procura que no te pase como el perro de Aristóteles, que ante dos platos exquisitos, acabó muriéndose de hambre por no saber decidirse por uno.

¡Afronta tus miedos y decide! Si son tus decisiones, siempre serán buenas.





Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

Comentarios