ME QUEJO

|

La queja es el deporte nacional. No hay nada mejor que esperar a que alguien haga algo, para después quejarnos y calmar con eso nuestra sed de conversación acalorada en la esquina. Esa sensación de soltar la desazón de nuestras almas cada vez que alguien piensa en hacer algo por los demás es tan placentera, que nos hace olvidar que la queja se queda instalada en las voluntades y las acaba dinamitando. Tenemos la costumbre de criticar sin aportar nada a cambio, lo que nos hace provocar en las iniciativas una bajada de brazos.

Que nadie confunda mi reproche a la queja con una mala gestión de la crítica. Es positiva la opinión de todo el mundo, siempre que se haga con intención constructiva. Quejarse es un derecho que, como tal, conlleva una responsabilidad. No podemos darnos el gustazo con eso y luego no aportar. Si te quieres quejar, que sea porque algo estás haciendo. Porque lo veo sin parar. Parece que estamos al acecho de que alguien haga algo nuevo, o algo simplemente, para soltarle los perros. Pues nos voy a decir algo: Es mucho más placentero ver que un proyecto ha salido bien gracias a haber trabajado en él, que destruir voluntades poniendo gritos en el cielo.

Necesitamos en nuestros pueblos a todas y todos los que tienen iniciativas. Tenemos la responsabilidad de verlos como los salvadores de nuestras vidas y apoyarles y ayudarles a que sus ideas se conviertan en colectivas. Tendamos la mano de primeras a todo lo que signifique traernos cosas nuevas. Trabajemos y ayudemos a aquellos que quieren poner en marcha iniciativas diferentes y no les digamos eso de "te lo digo yo, que eso aquí no funciona" o lo de "olvídate de eso, ya lo intentaron hacer en su día". En el Alto Jalón, parece que cuando alguien es valiente y se sube a la cuerda floja, en lugar de ponerle una red debajo, le zarandeamos y ponemos nervioso diciendo constantemente "cuando te caigas y estés abajo, encima te diré que lo sabía".

Adolecemos de iniciativa, de motivación y de voluntad de trabajo comunitario. Quitando alguna asociación y unos cuantos a los que no les afecta el escarmio, la mayoría de la población nos dedicamos, desde nuestro sofá, a criticarlos cada vez que no nos cuadra algo, antes de pensar si nos hemos puesto a su disposición para ayudar a que las cosas se hagan mejor. El individualismo de esta sociedad nos ha calado y, aunque en la zona rural la solidaridad es un principio más arraigado, nos comportamos como extraños cada vez que no nos encaja una propuesta. Hacen falta más voluntarios y menos jurados de terraza de bar y banco de parque, escondidos tras un muro de Facebook, para hacer del Alto Jalón un lugar mejor. Quizá trabajando por el colectivo, nos demos cuenta de lo difícil que es hacerlo a gusto de todos. Conociendo otros puntos de vista, somos capaces de comprender mejor el por qué de las cosas. ¿Te animas a verlo de otro modo?

Comentarios