LA ASOCIACIÓN ALTO JALÓN REALIZA UNA CONVIVENCIA DE SU TALLER RAÍCES EN CABOLAFUENTE

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Siguiendo la tradición de la fiesta del Rocío en Cabolafuente, en la que en la madrugada de la noche de San Juan iban los niños a la Torrecilla a ver salir el sol, después bajaban al barranco a lavarse con el agua que discurría allí y luego tomaban un chocolate, allí nos fuimos con todas las mujeres que participan en los talleres de Raíces del Alto Jalón, Monreal de Ariza, La Granja de San Pedro y Bordalba.

Y digo mujeres por que somos mayoría. Este curso nuestros talleres de estimulación cognitiva y memoria también han estado marcados por la COVID, hemos abierto las ventanas, mantitas sobre nuestras piernas, hemos salido a la calle en cuanto teníamos unos rayos de sol y hemos charrado que es lo que más nos gusta.

El jueves, día de San Juan, nos fuimos de excursión a Cabolafuente, enclavado en un cerro y donde sobresale la iglesia de la Purísima Concepción, nuestra particular guía, Blanca, nos contó lo que encierra y todo lo que están trabajando en ella. Se están llevando a cabo interesantes trabajos de restauración tanto por empresas privadas como por personas voluntarias del pueblo.

Después paseamos por el pueblo y fuimos a conocer el centro social donde realizamos los talleres y además es donde actualmente se oficia la misa, los plenos del ayuntamiento, etc. Es un centro moderno que además tiene un soportal donde salimos en cuanto el tiempo es benevolente.

Mientras unas conocían el pueblo, Lorenza y Ascensión nos esperaban en el patio de las escuelas viejas ahora reconvertidas en bar, biblioteca y con las piscinas al lado, preparándonos un chocolate de los ricos, ricos.


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Mari Luz, en uno de nuestros ejercicios de memoria nos describía así la escuela:

Yo fui a la escuela desde 1938 hasta 1946. Mi escuela era buena, teníamos una buena clase con cuatro grandes ventanales, que entraba mucho sol, el suelo era de madera, no era frío. Fuera había una sala, dentro estaba el despacho de la maestra, más afuera estaba el portal, por donde entrábamos de la calle, allí estaban los lavabos.

Se calentaba con estufa de leña, para lo cual cada niña llevaba un poco de leña, a veces, cuando no funcionaba, algunas llevábamos una rejilla con brasas de casa para calentar los pies. Un día estaba en clase, se cayó el tubo de la estufa y me quemé.

Yo siempre tuve la misma maestra, Doña Nieves Ibargüen, su esposo era el maestro de los niños, estuvieron aquí muchos años.

Las clases se organizaban en tres grupos 1ª 2ª y 3ª sección, después estaban los más pequeños, a los que tenían que enseñar los mayores a leer, hacer las letras, los números… porque éramos muchas matriculadas, cómo 80 niñas, aunque buena parte no venía regularmente.

Jugábamos mucho en el recreo que teníamos cercado para correr, saltar a la comba, a ondas, tabas, etc…

Al lado de las escuelas también encontramos la Fuente Vieja, el lavadero y el abrevadero que nos hablan de tiempos pasados, pero de los que muchas participantes vivieron en primera persona.

Blanca, nos recordó en otro ejercicio sobre la mujer trabajadora, un gran invento la lavadora:

En mi juventud, mi trabajo no era difícil, ayudaba a mi madre en las tareas de casa; cosía, hacía labores, y en verano ayudaba en las faenas de la era, también en la vendimia y poco más. Cuando me casé, cambió mi vida. Mi marido trabajaba el campo, y yo me ocupé de la casa, como todas las mujeres de mi entorno. De la mañana a la noche: preparar los almuerzos, aviar a los animales; teníamos cerdos, gallinas, conejos, cabras… Nos ayudaban a subsistir, pero había que darles de comer, limpiarlos, atenderlos, … Después arreglar la casa, traer agua de la fuente, lavar en el lavadero, amasar el pan, en fin, muchos quehaceres.

Enseguida vinieron los hijos, trabajo multiplicado, tuve siete, les hice la ropa, los jerséis, los calcetines, todo se hacía en casa manualmente. Tardó un tiempo en llegar la lavadora, ¡qué alivió!, y más aún el agua corriente.

Esto hacía yo en mi casa y todas las mujeres de mi pueblo, algunas mucho más. Creo que la labor de las mujeres era muy importante.

Y llegó la hora del chocolate, de los corrillos, mujeres de diferentes pueblos algunas con lazos familiares entre estos, otras que se conocieron en otras convivencias de la Asociación socio cultural Alto Jalón, viajes del Imserso o organizados por los ayuntamientos, y es que algunas de estas mujeres son fundadoras de la Asociación socio cultural Alto Jalón.

Siempre nos comentan que lo que más les gusta es hacer excursiones, viajar y conocer gente, así que en septiembre iremos a conocer más Bordalba, y quién sabe si tendremos que volver para que Carmen nos enseñe hacer sus riquísimas magdalenas.

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