En un momento u otro de nuestra vida, todos hemos sentido el dolor producido por el vacío emocional que se crea cuando nos falta la ternura, el afecto o el amor. Es entonces, cuando llega la tristeza, la soledad y baja nuestra autoestima. Y también cuando se despierta la Gula emocional.
La alteración de esta emoción secundaria se produce por el miedo al dolor interno, cuando empezamos a huir del mismo en lugar de afrontarlo. Entonces nos convertimos en un pozo sin fondo: nunca tendremos suficiente si buscamos llenar ese vacío en el exterior, ya que no siempre habrá personas a nuestro alrededor que nos puedan dar todo el afecto que necesitamos.
Cuando esto ocurre, ansiamos la novedad y la adornamos con fantasías, pudiendo llegar a vivir “separados” de la realidad. Es también habitual que busquemos nuevas ideas, mostrando una gran fortaleza e ilusión al inicio, pero al poco tiempo nos desmotivamos, nos aburrimos y nos cuesta llevarlas a cabo, hasta que las abandonamos... De esta forma vivimos “descentrados” y dispersos mostrando interés en multitud de temas, como desorientados.
¿Hacemos un auto-chequeo?
Cuando la respuesta es “Si” a la mayoría de estas preguntas, presta mucha atención porque seguramente se ha desequilibrado tu Gula emocional.
La buena noticia es que tenemos dos grandes herramientas para gestionarla y romper estas dependencias:
1. Ser más afectivos con nosotros mismos: aprender a cuidarnos y a querernos, así aumentará nuestra autoestima.
2. Aceptar la parte dolorosa de la vida e integrarla en nuestro día a día como un mal necesario para aprender, crecer y evolucionar.
De esta forma, seremos capaces de ser más objetivos con cualquier aspecto de nuestra vida.
Y lo más importante: estaremos preparados para aprender de los errores, asumir responsabilidades y a comprometernos con nosotros mismos y con los demás.
¿Acaso no vale la pena trabajar en esta emoción?
Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.
JALON
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