¡MIAUUU 1 2 3!

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Me contó mi madre que dejar la llave de casa en la gatera no era mala idea. Vi a Clint Eastwood, ejerciendo como el mejor de los ladrones, guardando su llave tras las macetas, así que probablemente llevara razón. Y lo que pesaba aquella llave, como para llevarlas en el bolsillo, si apenas cabían. Y cuando hubo gatera es porque había gatos. Más gatos que gateras. Y no gatos encerrados. Y no sé si todos, pardos. El caso es que ya, desde hace mucho tiempo, llama la atención la cantidad de gatos que hay en Arcos. A mí me había pasado desapercibido, quizá porque de niño estuve acostumbrado a verlos, pero mi hija siempre me lo recuerda: hay más gatos que gente. Exagerada.

La iniciativa del ayuntamiento es lógica y entendible. ¿Y qué podemos hacer para controlar a los gatos y gatas?

Al principio pensé que se podría hablar con ellos. Sí, llamar a los gatos, gatas jefes de cada barrio y sentarlos en una reunión en la Pista, por ejemplo. Ofrecerles un vaso de leche con magdalenas y hablar del asunto como seres vivos civilizados que somos ambas especies. No se molesta porque sí, sino que molesta quien lo pretende. Algo tendrá el agua del río cuando los gatos (ya uso el masculino genérico) se alborotan tanto y arman tanto jaleo y se aman tan frecuente y apasionadamente sin ruborizarse ni pensar que las personas deben descansar. Reflexioné y concluyo que es una tontería mi idea de convocar una asamblea de gatos, porque seguramente se tomarían la leche y las magdalenas, dirían que lo sienten, que no volverá a suceder, pero a los cuatro días continuarán dando guerra. Lo mismo que si nos reunieran los felinos a los humanos ante unas cervezas con torrezno y nos propusieran que fuéramos más civilizados. A los cuatro días… dando guerra.

Así que, desechada la idea de la asamblea, propongo que sirvan como contraseñas para nuestras cuentas de Google, Facebook, Twitter, Instagram, correos… Leí hace poco que un célebre delincuente digital llamado Jeremy Hammond fue detenido por ciberespionaje en Chicago por meterse en una web de una importante empresa norteamericana, proveedora de servicios de inteligencia. Cuando lo arrestaron e ingresó en prisión, solo quedaba rastrear su ordenador para descubrir sus tejemanejes. Pero el ordenador tenía clave y no daban con ella. Teclearon sus nombres, alias, fechas de nacimiento, su calle, el nombre de su madre, de su tía de Wisconsin su número de clazado… Agua. Hasta que a alguien se le ocurrió que la clave podría ser el nombre de su gato. Tecleó Chewy123. El ordenador se inició. Su fiel compañero gato fue su inconsciente delator.

Mientras se da con la clave del control de los gatos, y me parecen adecuadas las medidas propuestas, y surgen ideas, propongo que se les identifique (por el día, que por las noches son pardos), se les nombre y sirvan para claves semisecretas. Si el gato se siente útil, seguramente colaborará con los vecinos y las medidas propuestas. A ellos tampoco les interesa una guerra abierta, aunque si les dejamos rienda suelta podrían convertirse en los dinosaurios del Mesozoico arcobrigense.

Otra opción, probablemente también descabellada,  es hermanar el Gato del Jalón con la Liebre de Murcia. Ya saben, que nos den liebre por gato.

   MARCOS DEL JALÓN

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