En el artículo anterior hablé de “piedras rotas”, en concreto de cierto tejar que hubo en Cetina a orillas de la carretera de Jaraba. Por lo tanto hoy toca hablar de “otras cosas” y pasar de la vertiente aragonesa del Alto Jalón a la castellana. Para ello nada me ha parecido más adecuado que tratar sobre cierto tesoro patrimonial que guardamos en la comarca y que poca gente conoce, a pesar de encontrarse a dos pasos del maravilloso pueblo de Monteagudo de las Vicarías.
Me estoy refiriendo, por supuesto, al embalse —o pantano, como lo llamamos por aquí— que se extiende entre las carreteras que llevan, respectivamente, a Valtueña y Fuentelmonge. Hasta aquí ninguna sorpresa para el lector: el tema del artículo de hoy ya venía avisado en el título. Sin embargo, puedo adelantar que este pequeño embalse esconde algunos secretos muy interesantes y que, sin duda, lo hacen acreedor a considerarlo como una de nuestras riquezas patrimoniales más destacadas.
El Nágima es el primer afluente de cierta entidad de Jalón por su orilla izquierda, aunque no es la única fuente que suministra agua al pantano. Éste pertenece a la Confederación Hidrográfica del Ebro y se encuentra en funcionamiento desde 1982. Como obra hidráulica no es gran cosa. La presa principal es una masa de tierra compactada que mide 15 metros de altura y unos 800 de largo. La capacidad máxima es de algo más de 100 hectómetros cúbicos. Para entendernos, eso son más o menos 3.000 piscinas olímpicas. O dicho de otra manera, toda la cerveza que bebemos los españoles en cuatro años. Vamos, que es un embalse pequeñito. Pero su importancia no le viene del volumen.
Es más importante la superficie. Esta laguna artificial, que vista desde el aire sugiere el perfil de la cabeza de un águila, ocupa una extensión de alrededor de 120 hectáreas en su cota máxima o, lo que es lo mismo… Sí, lo voy a expresar en la medida universal de superficie: entre 60 y 90 campos de fútbol (es que no todas las canchas son iguales). Esto, unido a lo somero de sus aguas, es decir, su poco fondo, ha producido un resultado que no se esperaban los constructores de la presa.
Y es que casi desde su inauguración el pantano de Monteagudo se convirtió en refugio para toda clase de aves, migratorias o no. Un recurso muy importante para este tipo de fauna en un territorio seco por naturaleza y muy afectado por la deforestación. De esta forma, en el entorno del pantano es posible encontrar volátiles de lo más variado. Entre los que nidifican en el entorno tenemos: pato colorado, zampullín cuellinegro, ánades azulón y friso, cigüeñuela, ortega (ésta más bien en el terreno estepario vecino del pantano), somormujo lavanco y águila lagunera. Otros no viven en el embalse de manera permanente, pero lo utilizan como parada durante las migraciones: cigüeña negra, águila pescadora, garza imperial, espátula y gaviota reidora. Y hay más, como la grulla, el porrón europeo o la focha.
Por una vez, y esperemos que sirva de ejemplo, las administraciones tomaron nota del valor ecológico del lugar y en la actualidad nuestro humedal disfruta de varias formas de defensa: zona de especial protección de aves (ZEPA) y zona húmeda de interés especial que forma parte de la Red Ecológica Europea Natura 2000. Para que no todo quede en declaraciones sobre el papel se han adoptado también medidas prácticas: por un lado, la construcción de isletas, posaderos y soportes para la nidificación que compensan tanto la falta de arbolado en los alrededores como los cambios en la altura y extensión del agua embalsada. Por otra parte, para facilitar el turismo ornitológico y a la vez disminuir el impacto humano, se han colocado observatorios en la orilla y existen aparcamientos a cierta distancia con la intención de evitar molestias excesivas a los pájaros. No cuesta nada dar un pequeño paseo, que tampoco los han puesto tan lejos.
Así pues, en nuestra comarca no sólo conservamos un rico patrimonio histórico, sino también natural, que vale la pena conocer y defender (es que lo segundo es imposible sin lo primero). Sin embargo, antes de acabar, voy a dar una vuelta de tuerca: resulta que nuestro embalse rayano es también un monumento, ya que se trata, ahí es nada, de uno de los más antiguos de España que sigue en funcionamiento. ¿Cómo es posible, si se construyó en 1982? Bueno, es que esta fecha es la de la presa actual. Pero la obra que vemos hoy no es más que un recrecimiento de una balsa anterior.
En concreto una que se construyó en 1863 para controlar las crecidas del arroyo Regajo y recolectar agua para regar los campos vecinos. Sin embargo, el Regajo no es precisamente el Amazonas… Así que, nada, en apenas ciento veinte años, un suspiro para la burocracia, se decidió levantar la presa moderna y, ya puestos, alimentar el vaso haciendo un canal desde el Nágima.
No está mal para lo que, a primera vista, parece un charquito, ¿verdad?
(Una nota de agradecimiento final, en esta ocasión para Carlos González Pérez, alcalde de Monteagudo de las Vicarías y autor de las fotos que ilustran este artículo.)
JALON
NOTICIAS.ES
Comentarios