OÍR NOLAJ. ÚLTIMO CAPÍTULO. ADIÓS TÍO LAFARGA

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- Ponte un jersey, que esta noche va a refrescar –le dijo su madre a Zaino.

- Sí, ya sé que el verano se termina, lo sé, no por el fresquito de las noches, sino porque mañana por la tarde regresa Aline a Francia, y cuando eso pasa, las vacaciones acaban.


Aquel verano, Zaino había descubierto que con Aline se sentía diferente que con las demás niñas. ¿Se estaría haciendo tan mayor como para tener novia? –se preguntaba mientras ya salía de casa, con su jersey granate de ochos tejido por su madre el invierno pasado.


La última noche del verano comenzó como casi todas: jugando al balón. En el momento que un equipo ganaba por más de dos goles o el balón se caía varias veces seguidas por el barranquillo, el partidillo acababa. Se trataba de una norma que nadie la había establecido, pero así era.


Después de hacer la visita a la fuente de la plaza, todos los de la panda se sentaron sobre la acera de la ferretería del Tío Lafarga. Últimamente, Zaino prefería estos ratos de contar historias a los partidos de fútbol.


Fueron recordando las aventuras de aquel maravilloso verano: la perrita Cusqui, “el Emilio”, la navegación por el Oír Nólaj, la riada del monte, los gusanejos y los cucarachos...


Desde su balcón, sentado en el sillón de paja, el Tío Lafarga presidía la plaza mirando al cielo.

De vez en cuando los ojos de Zaino y de Aline se buscaban y se encontraban, un escalofrío recorría el cuerpo de ambos.


“El Cejas” no comprendía muy bien qué le pasaba a su amigo. Tal vez fue por eso por lo que se decidió a contar un chiste aquella noche. Muchas noches contaba alguno pero no, no era muy gracioso el amigo de Zaino. Pero “El Cejas” comenzó:

- ¿Sabéis la cena preferida por Zaino? La tortilla... pero tiene que ser...francesa jajajaa, soltó una carcajada con poca gracia.


Zaino se levantó y persiguió al “Cejas” unos metros mientras la panda se reía a carcajadas.

- ¡Oír Nólaj! ¡Oír Nólaj!


Tras el peor chiste del verano empezaron a jugar al Tío Lafarga, el último juego del verano.

El viejo ferretero continuaba mirando al cielo estrellado de principios de septiembre. El juego estaba muy emocionante, los niños cantaban como nunca: ¡Que le valga, que le valga al Tío Lafarga!...y corrían como siempre.


Le tocaba lanzar la pelota a Tanis y, ¡menudo churro le salió al nieto del churrero! La pelota se le escapó de las manos y subió hacia arriba, rebotó en un barrote del balcón de la ferretería y cayó a los pies del Tío Lafarga que seguía mirando el cielo.


Lo llamaron varias veces para que les devolviera la pelota, pero el Tío Lafarga, de tanto mirar al cielo, ya estaba en él.


Esa noche, los de la panda se fueron más tarde a dormir y Zaino no olvidó durante el resto del año la despedida con Aline, la francesa.

- ¿Me escribirás pronto, Zaino?

- Mañana por la tarde, cuando todavía estés de viaje ya habré echado la carta al buzón.


Aline se le acercó, le dio un beso a Zaino, se dio media vuelta y echó a correr hacia su casa.

Zaino se llevó la mano a los labios sin saber exactamente dónde le había besado su amiga, bueno... para él, su novia.


Se quedó unos momentos mirando hacia el balcón vacío del Tío Lafarga, se puso el jersey granate de ochos y, enganchándose de los hombros con “el Cejas”, se marchó de la plaza de sus sueños escuchando el arrullo del Oír Nólaj.   



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