CUENTOS PARA NO DORMIR LA SIESTA - JACK 'EL DESTIZADOR'

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Diseu00f1o sin tu00edtulo


Los acontecimientos que vas a leer a continuación sucedieron a mediados de septiembre, con el curso recién comenzado.


El primer profesor que notó algo extraño fue el de Mates. Le encantaba rellenar pizarras y pizarras de números, fórmulas y figuras geométricas.


- ¿Qué hacéis en esta clase con las tizas? ¿Os las coméis? Ya le dije a vuestra tutora que no podían faltarme… Y lo mismo me sucedió el viernes pasado, y ayer…


Y nuestra tutora había dejado el día anterior un paquete de los de ciento veinte tizas.


Al finalizar el recreo, Micaela, la nueva delegada de clase, apareció con la cara cubierta totalmente de blanco. ¡Era polvo de tiza!


- ¿Qué ha pasado, Micaela?


Pero fue incapaz de explicarlo a la tutora.


- Terminaba de tomar las galletas y el batido de vainilla y, de repente, sentí un cosquilleo, perdí la consciencia y…


Tardó toda la hora siguiente en lavarse y que le volviera a aparecer el color rosado a las mejillas.

Al día siguiente, la víctima fue la señora encargada de la limpieza. Nada más entrar a su cuarto, un cubo entero de tiza le cayó sobre la cabeza. Una gamberrada gorda que el mismo director quiso investigar.


- No vamos a dejar sin castigo al culpable. Indagaremos y sabremos quién es el responsable de estos terribles actos vandálicos.


Pero el suceso más grave ocurrió el Viernes Blanco Sangriento, como ya se le recuerda en todo el centro.


Los pequeños de Infantil regresaban a sus clases tras el recreo. Las carreras eran frecuentes por el pasillo, se revolcaban, empujaban y solían juguetear en el suelo. Aquel viernes, el suelo se encontraba sembrado de miles de pequeñas y redondeadas tizas blancas. Tizas que eran como jabón. Una pisada y… ¡Zas! ¡Al suelo!


Los primeros en llegar lo comprobaron rápidamente. Los niños y niñas rodaban como bolos. Chichones, dientes rotos, ojos morados, codos y rodillas despellejadas… Y los que iban entrando al pasillo tropezaban con los brazos y piernas de los primeros. Se intentaban levantar y volvían a resbalar con las tizas. La sangre se mezcló con la tiza formando una espesa masa rojiza que tiñó toda la galería.


Varios profesores probaron el mal de la tiza al ir al rescate y se partieron narices y labios en el intento. El director también resbaló y quedó impregnado del amasijo sanguinolento, entre los llantos y lamentos de los pequeños.


Todo recobró cierta normalidad cuando al fondo del pasillo se escuchó una voz:


- Así aprenderán a no poner tizas con polvo y comprarán pizarras digitales.


Era la voz de Jack, el chico del pelo color de miel milflores de 6ºB.


Fue castigado duramente y asumió el castigo, pero dejaron de usarse tizas convencionales en el colegio y se sustituyeron las pizarras verdes y negras por pizarras digitales, para disgusto del profe de Mates.


El pelirrojo, Jack, El Destizador, como quedó bautizado para siempre, era alérgico a la tiza, pero no a la sangre.





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