Dambi se encontraba solo y triste. Unos cazadores se han adentrado en el Bosque de Los Ciervos. Se ha escondido debajo de un matorral y ha perdido a su madre.
Cuando el silencio regresa al bosque, el cervatillo sale de su refugio y se dirige hacia el río para beber agua.
Al beber, se asusta porque una imagen enorme se refleja en el agua. Alguien se encuentra detrás de él.
- ¡No me hagas nada!
- ¿Estás asustado, cervatillo? No debes hacerlo, soy Bumbo, el elefante del circo que acaba de llegar al cercano poblado.
- Yo me llamo Dambi. Los cazadores han perseguido a mi mamá y estoy solo.
- Yo también me siento muy triste. Mira mis orejas, pueden cubrir un campo de fútbol de primera división. Son enormes y todos se ríen al verlas.
Los dos derramaron una lágrima que les resbaló por la cara y cayó a la hierba.
- ¿Está lloviendo? No, no… son dos lloricas –dijo una voz procedente de la hojarasca.
- ¿Quién eres tú? –preguntó Bumbo moviendo la oreja izquierda.
- ¿No se nota? Un ratón de campo, me llamo Timothy. Dejad de llorar. ¿Qué os sucede?
Le contaron por qué estaban tristes y Timothy, sin dudarlo ni un momento, mordió un junco verde, lo arrancó de la junquera y les dijo:
- Aquí tenéis, es todo lo que necesitáis.
- ¿Un junco?
- No es un junco cualquiera, es mágico. El frescor de las aguas del río le otorga unos poderes especiales.
Bumbo tomó el junco y lo miró extrañado, observando a Dambi, que tampoco sabía qué decir.
- Bien, amigos, tengo que ir a por nueces con queso al mercado del pueblo. Alegrad esa cara y confiad en el junco mágico. Adiós.
Dambi y Bumbo se sentaron en la orilla del río mirando atentamente el junco que les había dado Timothy.
Se quedaron profundamente dormidos y al despertarse…
- Mira, Bumbo, estamos en la copa de un árbol.
- Es cierto, ¿cómo habremos subido hasta aquí? –preguntó el elefante–. Y lo difícil será bajar.
- ¿Y si probamos el junco mágico? –propuso Dambi.
Bumbo le dio el junco al cervatillo, desplegó sus orejas, las movió y comenzaron a volar. Planearon por el río subidos en el junco mágico y aterrizaron en el mismo sitio donde se habían conocido.
- Tengo una idea, serás el único elefante volador del mundo –le dijo sonriendo Dambi.
- Vamos al circo, el dueño se pondrá muy contento.
En el circo anunciaron el número del elefante volador y el cervatillo piloto.
La función estaba a punto de comenzar. El público rebosaba las gradas. Era el turno de Bumbo y Dambi. Una rampa elevadora los subió hasta veinte metros de altura. Dambi se montó en el lomo del elefante y sostenía el junco mágico en la pezuña.
- Preparados, listos… ¡¡¡Ya!!! –anunció el jefe de pista.
Bumbo desplegó las orejas y se lanzó con decisión. El viento producido por las orejas provocó que el junco cayera al suelo.
Los dos se miraron muy asustados.
- ¡Nos vamos a hacer puré de elefante y batido de cervatillo!
- De eso nada –dijo una voz entre el público.
Era Timothy, el ratón de campo.
- No temáis, el junco no era mágico, solo era para que dejaseis de lamentaros.
Bumbo y Dambi estaban ya muy cerca del suelo. ¡Ahhhhhhh!
El elefante batió sus orejas, mientras Dambi gritaba:
- ¡Arribaaaaa!
El público comenzó a aplaudir entusiasmado ante el sorprendente vuelo.
Los dos amigos planearon por el poblado. Pasaron cerca del campanario de la iglesia, divisaron la heladería, una plaza con fuente, el hospital… Y al pasar por el Bosque de los Ciervos, Dambi reconoció a su mamá.
Bumbo aterrizó en un claro del bosque y el cervatillo se abrazó a su madre.
- Adiós, Dambi, ya sabes, cuando quieras dar una vuelta…
- Hasta pronto, Bumbo. No olvides, ya no necesitamos juncos mágicos para ser felices.
JALON
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