Han pasado ya muchas décadas desde que se dejó de cocer el espliego, la destilación de la aromática planta de lavanda. Su aceite esencial se enviaba a empresas de Cataluña para luego confeccionar colonias y cosméticos.
Recuerdo que durante el mes de agosto numerosas hombres, jóvenes y chavales íbamos a la siega del espliego. Duras jornadas pero con la ilusión de sacar unas perrillas, para gastarlas en las fiestas de septiembre en las tombolillas.
El acopio de los fajos de espliego desde los bancales donde se criaba y su transporte, unas veces en carrillos, otras en mulas o incluso en remoques de tractores, se pesaban en el frontón viejo, paraje del Lagar. Su encargado el señor Marcelino nos pesaba lo recogido y nos entregaba un vale con su valor, que más tarde, unos dos o tres días antes de fiestas, había que ir a su casa a hacer efectivo los vales acumulados.
Algunos recordarán por esas fechas el olor y aroma fresco que llegaba hasta el pueblo de las calderas, que yo recuerde ubicadas una en el paraje de la Cerrada en el camino hacia Somaén, y la otra junto a la curva del cementerio dirección Aguilar y Montuenga. Ambas se ubicaban cerca de la reguera del Molinar para abastecer de agua a las calderas.
El espliego cuenta con grandes beneficios para la salud, además de ser un gran antiséptico. En nuestro pueblo, la tradición de hacer alcohol de espliego o de romero se utilizaba para golpes, hematomas o torceduras. También se guardaban las cabezas de espliego en bolsitas de tela para colocarlas en los armarios de ropa para evitar la polilla además de aromatizar las ropas.
Sirva este recuerdo para la gente sencilla que con su trabajo esforzado participó en esta labor y tradición ya perdida.
JALON
NOTICIAS.ES
Comentarios