Como el patrimonio de una comarca no son sólo piedras rotas, hoy toca conocer un espacio natural. Es una de las singularidades del Alto Jalón y, pienso, una de las menos conocidas. Incluso diría que se trata de un tesorillo poco valorado, de esas cosas que están ahí, no se les da importancia y, si se deterioran, no pasa nada. Me refiero, por supuesto, al Sabinar, ese bosque único que se extiende por todo el flanco sur de nuestra comarca y que constituye un valiosísimo legado ecológico.
Aunque sus límites son imprecisos y se extiende, además, fuera del valle alto del Jalón, en lo que nos ocupa este bosque se extiende desde el valle del Mesa, sobre todo en el área de Villel, hasta la parte meridional del término de Arcos siguiendo el camino que lleva sucesivamente a Judes, Iruecha y Chaorna. Un recorrido muy amplio que ocupa territorio de tres provincias: Soria, Guadalajara y parte de Zaragoza, ya que las últimas (o primeras, según desde dónde vengas) estribaciones del sabinar arrancan en las proximidades de Calmarza y Sisamón.
La parte central del bosque cubre las asperezas de la Sierra de Solorio y constituye, según indican los entendidos, el sabinar más extenso del mundo. Este dato por sí solo ya debería llamarnos la atención, aunque… Bien, vamos a delimitar un poco el tema para enterarnos en qué consiste el sabinar y por qué es tan importante.
La primera es de Perogrullo: un sabinar es un bosque de sabinas. En nuestro caso, de sabina albar, Juniperus thurifera según la aburrida nomenclatura oficial, un árbol que pertenece a la familia de las cupresáceas (ciprés, enebro, cedro, entre otros) y que en la actualidad sólo crece en el Mediterráneo occidental. Su porte suele ser cónico u ovalado, el tronco por lo general no es muy grueso, casi siempre se muestra algo retorcido (aunque puede crecer muy recto en ocasiones), lo cubre una gran densidad de ramas y alcanza hasta 25 metros de altura. Sus hojas son pequeñas y cubren el tallo por completo, como si fueran escamas. Echa la flor en febrero y da fruto, más o menos, un año sí y otro no. Este fruto es de tipo gálbulo, es decir, una cápsula dura llena de semillas que se difunden, sobre todo, al comérsela las aves.
Es un árbol que crece bien en suelos de mala calidad y en climas extremos, tanto por el frío como por el calor, y aguanta bien la falta de lluvia y las heladas. Sí, vamos, el clima de nuestra comarca. Crece muy despacio y su madera no sólo es dura, sino que resiste a la putrefacción. Por este motivo se utilizó antaño para la construcción de barcos, en particular las piezas del casco que habían de quedar bajo la línea de flotación. Este uso, similar al que sufrió su primo el ciprés, es la razón por la que hoy en día sobreviven tan pocos ejemplares de sabina (y de ciprés) en el monte. También es el motivo por el que cuando se encuentra un antiguo pecio español, si la clavazón no se ha desintegrado por la herrumbre es posible que el casco se conserve bastante entero.
Hojas y fruto de sabina albar. Foto con licencia Creative Commons; autor Carlosblh.
Este uso industrial de su madera y lo limitado de su extensión natural hace que los sabinares que se conservan tengan carácter de reliquia: son pervivencias de una época lejana en la que ocupaban una superficie mayor. En realidad es casi milagroso que existan bosques de sabinas en nuestros días. Y en el Alto Jalón tenemos, por lo visto, el mejor de todos.
Para visitar el Sabinar hay muchas opciones. Una, acercarse a Villel de Mesa y desde allí seguir la carretera GU-427 y enseguida la GU-423 en dirección a Iruecha, para luego acercarse a Judes y Chaorna por la SO-P-3008. La otra opción buena es empezar en Chaorna y hacer este mismo camino, pero al revés. Además del sabinar se pueden contemplar las lagunas o navajos que salpican el terreno en varios puntos del camino.
Al viajero le sorprenderá el aspecto del Sabinar. Es un bosque disperso, con árboles que a menudo crecen bastante separados unos de otros, aunque la densidad es variable y crece mucho en la zona situada al sur de Arcos. No es quizá un bosque de cuento, pero eso no disminuye su valor medioambiental: es un ecosistema ideal para animales como el conejo, la liebre, el zorro, la culebra y un sinfín de aves. Reduce la erosión, protege y enriquece el suelo y es resistente a los incendios, como el encinar. Además permite actividades humanas como la ganadería extensiva sin que el medio ambiente se vea gravemente afectado.
No todas las actividades humanas son igual de inofensivas para este ecosistema. En la actualidad el Sabinar del Alto Jalón se ve amenazado, primero, por las talas para extender el cultivo de cereal. Una actividad económica de poca monta e injustificable, que destruye el bosque con el objetivo de sacarle tajada, vía subvenciones, a unas tierras de escasísima productividad agrícola.
Pero hay un enemigo peor que ya está muy presente en la comarca: los parques eólicos, el sembrado de aerogeneradores que, como podemos comprobar dándonos un paseo por el entorno de Medinaceli, suponen un destrozo paisajístico de primer orden. La proliferación reciente de parques de energía solar fotovoltaica puede acabar siendo otro factor que amenace a bosques como el sabinar si no somos capaces de poner coto a nuestra sed de kilowatios.
El Sabinar del Jalón forma parte de la Red Natura 2000 en Soria, lo cual otorga cierto grado de protección a poco más de 19.000 hectáreas del bosque. Sin embargo, un vistazo desde el aire permite ver cómo en muchos sectores del Sabinar se han talado los árboles para, como queda dicho, plantar media fanega de trigo subvencionado por la Unión Europea (a la que Dios guarde la suerte, ya que no el talento).
Así pues, ahí queda el aviso: tenemos otro tesoro en la comarca altojalonera y convendría ponerlo en valor antes de sacar el hacha del baúl. Y para que no se diga, la semana que viene hablaré de algo que sí se ha hecho bien (se está haciendo) respecto a nuestro patrimonio común.
JALON
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