POSTALES ESCONDIDAS

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Foto tejar (1)


Como una postal antigua, porque ya es poco frecuente, se presentan los inicios de los tiempos: los tiempos de las estaciones climatológicas, la otra estación reposa mientras la intervienen a corazón abierto. La postal actual es unidireccional, de fuera a dentro, del paisaje, del entorno, de la luz y el sonido de la primavera ya gastada hacia el interior de uno mismo. Y cada uno procesa con los ojos del momento y la mirada que le permite su ánimo, la postal que recibe y no contesta.


Siempre llama la atención una postal encontrada entre papeles. Las postales son las flores entre la gris pasta de papel. Dicen mucho más que las largas cartas que antaño se escribían. Suponían chispazos de vida que entregabas desde algún lugar, generalmente desconocido, a otra persona. Regalar una imagen y un saludo es compartir el momento. Entre papeles, encontré esta postal dedicada a un espacio que siempre ha sido el sitio de muchos recreos: La Pista.


El mismo suelo, distintos pasos, diferentes suelas y parecidos vasos. Otras mesas, sillas, setos recortados, piedras a los lados, un mostrador mil veces pintado, verjas, puertas, letreros y candados, orquestas, charangas, grupos de seis o de cuatro, diyéis en altares, como profetas enervados... Acordes diferentes, las mismas emociones en tan diversas gentes. Las ramas de los árboles han acogido millones de pájaros velando besos al amanecer, trinando al beber el néctar que rezumaban los enamorados. Otros pájaros, la misma luna, perenne, colgada de nuestras cabezas como una bombilla blanca en los cincuenta o un globo multicolor giratorio en los setenta, un fluorescente de neón o una simple luz led actualmente. Tantas pisadas, tantas huellas dejadas, cicatrices marcadas de mil fiestas, piel con piel, casi todas compatibles, propuestas serias y deshonestas, bailes encadenados, en corro, en pareja o cada uno con su sombra, que no es tan mala compañera en tiempos de desamor o tristeza, jamás la pisarás por más que corras. Sentados en el suelo, en las mesas, hablando o gritando a viva voz, pidiendo un moscatel o cervezas en porrón, un pacharán, un zumo de melocotón, mi hermano, un kas, qué sé yo… Es lo de menos, pidiendo compañía, demandando atención, con o sin alcohol. Paseos en ronda, para sacar a bailar a las mozas, tres bailes ya era sumo calentón, o los más pequeños, arrimándose en el campo de entrenamiento, el “Moñigal”, donde los codos de las chicas decidían el final, o vuelta a empezar. Ahora que no hay lentas, pues rápidas serán, y los codos frontera serán otros, y el “Boñigal”, quizá el anexo principal de la pista del futuro, donde tomar baños de luna sin más. Tantos lobos pardos aullando canciones, inventando letras, rasgando imaginarias cuerdas, hablando… “¿qué tal lo has pasado?” “Hace mucho que no nos veíamos”, “¡Qué poco has cambiado, aunque estés calvo, sin muelas o arrugado…” Y los baños se convierten en vestuario, el espacio de la sonrisa tonta, el alardeo, el insulso compadreo, retocar una ceja, un ojo o la braga que aprieta, un impás necesario.


Y vuelta a la barra. Allí, como amalgama enredada, se mezclan licores y miradas y conversaciones al alba. El confesionario sigue abierto mientras alguien escuche. La penitencia jamás se cumple. Al amanecer, el río va lavando la cara. A veces, anestesiando; otras, limpiando para dejar paso a más pólvora festiva. Las hojas que caen en otoño son simiente para el verano…


Llega el frío y nos refugiamos en la cueva de al lado, La Pista de verano se queda pensando…las hiedras descienden al suelo, que trepe el mismísimo hielo, el escenario se va desnudando, los pájaros regresan al tejado, las voces y la música se van mitigando, las estrellas, quizá se vayan alejando, la luna, otrora de oro, se refleja en el río, como luna huera, los colmillos se retraen al paso del calendario. Cuando llegue el calor, las estrellas brillando y la luna aullando, entonces volveremos a vernos, un nuevo verano. La Pista, devoradora de tiempos, trituradora de generaciones, confesionario eterno entre ritmos frenéticos y marcapasos, seguirá aquí, soñando futuros, reviviendo pasados. Nada ha cambiado tanto, una pista, la necesidad de encontrarnos, como el que encuentra una postal entre papeles olvidados.

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