El verano de 2022 será difícil de olvidar en Aragón. Dos incendios forestales de enorme magnitud —el de Ateca y el de Añón del Moncayo— arrasaron más de 20.000 hectáreas de monte y cultivo en la provincia de Zaragoza, obligaron a desalojar varios municipios y evidenciaron que el cambio climático y la transformación del paisaje rural han convertido al fuego en una emergencia civil de primer orden.
Uno de los más dramáticos fue el incendio de Ateca, que devastó más de 14.000 hectáreas en el Alto Jalón. La emergencia obligó a evacuar varios municipios, entre ellos Moros, uno de los más afectados, aunque también otros como Alhama de Aragón. Días después, otro gran incendio se desataba en el entorno natural del Parque Natural del Moncayo, cerca de Añón del Moncayo, afectando una zona de altísimo valor ecológico y turístico.
Estas experiencias marcaron profundamente a quienes estuvieron al frente del operativo y dieron lugar a la elaboración del libro “La Dirección Técnica de Extinción de Incendios Forestales en España: nuevos retos”, una obra colectiva coordinada por Alberto Mir Sabaté, ingeniero técnico forestal del Gobierno de Aragón y director de extinción desde 2005, junto con el profesor Domingo Molina Terrén, de la Universidad de Lérida.
La publicación, con 555 páginas, 87 artículos y 94 autores, será presentada oficialmente el próximo 23 de junio en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), y se puede descargar de forma gratuita desde su página web.
“La transición del fuego del monte a zonas agrícolas, y de ahí a núcleos habitados, fue una realidad que vivimos ese verano. Supuso un antes y un después”, reflexiona Alberto Mir, quien participó como director técnico tipo C en ambos incendios. Para él, el año 2022 fue un punto de inflexión en la manera de concebir los incendios forestales: ya no son un problema exclusivamente forestal, sino una amenaza directa a la población.
En el caso de Ateca, el fuego se propagó con una velocidad y una virulencia que cogió desprevenido incluso al personal más experimentado. En Añón del Moncayo, las llamas avanzaron por una masa forestal compleja y frondosa, complicando la extinción y generando importantes daños en un entorno natural protegido.
Ambos episodios, con miles de hectáreas calcinadas, obligaron a desalojar a cientos de personas y movilizaron a decenas de medios terrestres y aéreos, así como a unidades de emergencias de otras comunidades autónomas. “El fuego dejó de ser un evento aislado para convertirse en una crisis de protección civil de múltiples dimensiones”, resume Mir.
El libro no solo analiza los fuegos desde un enfoque técnico, sino que propone una visión estratégica de la gestión del territorio. “Tenemos que conectar la gestión forestal con la ordenación del territorio: vías de comunicación, usos del suelo, zonas industriales… Todo debe pensarse también desde la prevención del riesgo”, afirma el ingeniero aragonés.
Además, se destacan los avances en profesionalización del dispositivo en Aragón —como la contratación estable de cuadrillas forestales por parte de Sarga— y la implementación del Plan de Formación Continua, que ha mejorado la preparación y la coordinación de los equipos.
Otro capítulo está dedicado a las nuevas tecnologías, como drones con cámaras térmicas, sensores remotos o software de predicción de avance del fuego, herramientas aún en fase de implementación pero con gran potencial.
La obra también pone el foco en el factor humano y social: desde la gestión del estrés de los intervinientes hasta el papel clave de la comunicación con la ciudadanía. “Ya no se puede dejar de lado la información pública. El oficial de comunicación es parte esencial del operativo. Debe saber explicar sin generar alarma, pero con rigor técnico”, apunta Mir.
Lejos de ser un simple manual técnico, la publicación representa un legado colectivo de décadas de trabajo y aprendizaje acumulado por generaciones de profesionales en todo el país. Desde los pioneros en la extinción de incendios en los años 80 hasta los actuales líderes de operativos, el libro reúne una perspectiva global del problema, que ahora es también social, territorial y climático.
“El objetivo es que este conocimiento no se pierda, y sirva de base a los que vienen detrás. Porque la realidad es que los incendios van a seguir ahí, pero podemos estar mejor preparados”, concluye Mir.
Los incendios de Ateca y Añón del Moncayo no solo transformaron el paisaje natural aragonés. Encendieron también una conciencia colectiva: que el fuego ya no es una excepción, sino una amenaza constante ante la que debemos actuar con conocimiento, previsión y unidad.
JALON
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