CARTA DE TAZÓN A LA PRESIDENTA DEL GOBIERNO DEL MUNDO

|

Marcos del jalón


Señora Presidenta del Gobierno del Mundo:


Me llamo Tazón y vivo en un pueblo pequeño de España. Le escribo esta carta con mi abuela al lado, mirando por la ven­tana. Mi abuela me dice que no entiende cómo hemos podido llegar a esto, que has­ta los pájaros están tristes por aquí. Que cada vez hay más personas en el planeta y, sin embargo, menos gente en los pueblos. Que todo el mundo dice que se vive muy bien en los pueblos, pero pocos son los que vienen para quedarse.


Las personas de mi pueblo cultivan la tierra. Son productores de trigo, cebada, maíz, patatas, to­mates y cebollas. Las personas de las ciuda­des se las comen, las envasan o las venden. Mi abuela dice que lo primero es el trigo, luego ya vendrá el pan.


En mi pueblo hay una tienda de ultramari­nos donde compramos de casi todo, y si no llevo dinero suficiente, se lo pago más tar­de. Mi abuela no entiende cómo hay tantas personas en los hipermercados de las ciu­dades y hacen filas tan largas para pagar.


En mi pueblo, los niños jugamos en la calle, en el río, las eras, los pinos… Las calles de la ciudad son para los coches, el río está contamina­do y no saben lo que es una era.


En mi pueblo se ven los relámpagos, se oyen los truenos y, cuando pasa la tor­menta, salimos a buscar caracoles. En la ciudad no existe la palabra oscuridad, hay demasiado ruido, que no cesa jamás, y no hay caracoles.


En mi pueblo vamos caminando a todos los sitios, menos los agricultores que circulan en tractor. A veces, cuando estamos enfer­mos, el panadero lleva a los niños en su furgoneta hasta otro pueblo más grande para que pueda atendernos un médico. En la ciudad casi todo el mundo viaja en co­ches o en autobuses, enlatados. Los ciuda­danos se quejan de que hay pocos médicos y enfermeras para tanta gente y aquí solo hay uno y una para trece pueblos.


En mi pueblo el aire es puro y me gustaría poderlo embotar para llevarlo a la ciudad y que todos pudieran disfrutarlo.


En mi pueblo los vecinos nos saludamos por la calle y hablamos de cualquier cosa. Nos ayudamos unos a otros, porque somos pocos y nos necesitamos. En la ciudad, los vecinos apenas se conocen y se saludan poco, y nunca tienen tiempo de hablar, sal­vo del tiempo en el ascensor.


En mi pueblo convivimos con los animales. Yo mismo crío potros con mi tío, amaestro hormigas, hablo con los pájaros y cuando salgo al monte veo jabalíes, corzos y agui­luchos. En la ciudad, los animales viven en el zoo, el hipódromo o en estanques y par­ques cerrados.


En mi pueblo, por la noche se ven las estre­llas; por las mañanas, salir el sol entre las montañas. En la ciudad el cielo y el suelo se confunden.


En mi pueblo tenemos que viajar cien kiló­metros hasta encontrar una autovía. En la ciudad, muchos vecinos se quejan del mo­lesto ruido de los coches y aviones.


En mi pueblo había una gran estación con un reloj de números romanos y el último tren pasó pitando hace mucho tiempo. En la ciudad no paran de pasar trenes a cualquier hora.


En mi pueblo existe un polígono industrial a disposición de las empresas que quieran venir, pero para que vengan hay que te­ner buenas comunicaciones y condiciones para las empresas. La ciudad es un enorme polígono industrial.


En mi pueblo no podemos elegir compa­ñía de telefonía porque las telecomuni­caciones funcionan un día no y otro tam­poco. En la ciudad te llaman cada media hora para cambiar de compañía y ofre­certe más gigas.


En mi pueblo hay setas, restos arqueológi­cos y huellas de dinosaurios para que los niños y niñas de la ciudad puedan con­templar y disfrutar.


Si fuera maestro a mi pueblo le pondría un diez, pero resulta que está en la llamada Zona Cero.

Quiero vivir en mi pueblo y que pueda ve­nir todo aquel que lo desee, incluso usted, Presidenta, para que disfrute del aroma del tomillo, del agua cristalina del río, de las noches de cielo estrellado, de las conversa­ciones con los vecinos y vecinas. Piense que también podría ser Presidenta del Mundo viviendo en un pueblo.


En verano, mucha gente de la ciudad va a los pueblos. Ya que hay tanta alteración con el clima, me dice mi abuela que si no sería posible que fuera siempre verano y así tener el pueblo lleno de personas.


Un saludo desde mi pueblo, y otro de parte de mi abuela.


Tazón


TAZu00d3N Y SU ABUELA


Comentarios