SINGULAR SENSIBILIDAD

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Hoy comienzo una colaboración en este diario digital. Creo que es un gran proyecto y espero que además sirva para promocionar nuestra comarca, así como para que muchos de nosotros descubramos nuestro entorno y las ventajas que tiene el vivir en una zona rural.

Me gustaría no tener que hablar sobre el difícil momento que vivimos, ya casi todos nosotros somos expertos virólogos y por tanto procuraremos tratar otros temas menos importantes, pero más entretenidos.

La cultura es una de las patas de banco que necesita cualquier comunidad para asentarse y crecer. La información, la buena información ayuda a difundirla y fomentarla, por eso iniciativas como estas debemos acogerlas como esa agua de mayo que viene tan bien a nuestros campos y tratar de colaborar con ella cada uno en la medida de sus posibilidades.

Os contare algunas historias con personajes ficticios que algunos creerán reconocer entre sus vecinos, y escribiré con toda la humildad posible sobre la belleza natural que nos rodea.

Somos Rayanos algunos nacidos y otros adoptados, todos tenemos en común lo mucho que queremos esta tierra, nuestros pueblos, nuestro rio. Solo desear que lo que hoy es un esbozo de plan de información local, además de cumplir su principal función se convierta en un medio de acercamiento entre los que por un motivo u otro hemos decidido vivir en estos pueblos y disfrutar de sus gentes.

Como me he extendido mucho, hoy comenzaremos con un corto relato sobre un desdichado suceso acaecido a un convecino pedáneo, poco después de terminar el pasado verano.


SINGULAR SENSIBILIDAD


La oí entrar y cerrar la puerta tras de si, sabía que era ella, y que no quería hablarme, todo me decía que venía para marcharse.

Permanecí hundido en el sofá, callado y quieto, no quería mezclarme entre sus movimientos.

Pestillos, correderas, puertas, cajones, luces que se encienden y apagan en el acostumbrado orden.

Es fácil adivinar, como la ropa se aprieta con agitado esfuerzo, a la vez que se esparce sobre la revuelta cama.

A cada instante que pasa aumenta el ajetreo, y se va perdiendo la inocente complicidad del forzado silencio.

Sonidos llenos de vergonzantes resentimientos.

Noto como clava su mirada en mi nuca y presiento la fiereza de sus hermosos ojos, mitad acusadores, mitad sangrientos.

¡Cuánto debe estar sufriendo!

No me muevo, mi mirada absorta y cobarde atraviesa los cristales del jardín para terminar posándose en el largo bamboleo de los abiertos dondiegos.

Dentro y fuera movimiento en silencio. Fuera lo produce el caprichoso viento y dentro el dolor que provocan los recientes recuerdos.

Otra vez la puerta de la calle, abriéndose con firmeza y cerrándose con estrepito.

más inmovilidad, más angustia, más silencio.....

Un motor arranca renqueante y al momento se pierde, enervado, acelerándose, huyendo.

Se despide el desamor, sin paños calientes, sin buscar consuelo.

después de un rato, aun nota su presencia, su aroma de mujer herida, su despecho, su aborrecimiento.

Fuera y dentro, un mundo de perturbador silencio.

Hasta no estar seguro de su lejanía no inicio el movimiento, luego muy despacio, extiendo el agarrotado brazo, hasta que las yemas de mis dedos notan la culata del liberador instrumento.

Tembloroso lo aferro, lo dirijo frente a mí y con determinación de poseso, ¡¡ lo aprieto!!

Me sorprende un fulgor y un estruendo.


¡Qué suerte, aún no ha acabado el primer tiempo!


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