EL TREN DE MERCANCÍAS DE PAPÁ NOEL

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El sol despuntó en lo alto de la era de San Isidro, cuando por la ventana, el brillo de la mañana, le despertó con una caricia en los ojos. De un salto salió al salón, donde su curiosidad de niño escudriñó de un vistazo la estancia. El sofá y su chesslonge, la mesita baja, la tele de plasma, un sillón, la mesa alta y sus seis sillas y, en la última esquina, pegada a la puerta del balcón, el árbol con sus guirnaldas y su espumillón. Y nada a los pies del pino, tan sólo el coñac y el turrón, junto a unas hojas de lechuga.

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- "Ok Google, ¿Qué día es hoy?"- dijo dudando de su vida el niño. - "Hoy es 25 de diciembre, día de Navidad"- contestó el señor Google afeminando la voz. No se había equivocado. No había margen de error. No había traído regalos el maldito tipo de rojo barrigón, como le llamaba por lo bajo cuando sus padres le mandaban a la cama sin negociación,  bajo la coacción de que Santa lo veía todo.

En el pueblo no se hablaba de otra cosa. La ausencia de regalos había afectado a cada uno de sus habitantes. Tampoco sentían gran sorpresa, pues eso mismo hacían todos:. -"Vivimos tan lejos de cualquier parte que se olvidan de nosotros"- era la voz más sonada desde la Estación a la Plaza de Toros. -"Hagamos una cosa, vayamos a Laponia y protestemos"- dijo uno mientras el de al lado se esforzaba en taparle la boca. -"Calla, calla, desgraciado, cómete el turrón y la lechuga, y el coñac para la sobremesa"- dijo otro, desde una mesa, mientras se apretaba un torreznillo.

Entonces un ligerio brillo, un temblor tenue que crece, un rugido que en la zona sabe a despedida, pues ya casi ningún tren en la estación frena su paso. Era un tren de mercancías que se acercaba despacio. Verde la máquina con vagones desnudos, que tornarán colmados de coches y camionetas, se acercaban por la senda de metal oxidado y traviesas. A la altura de donde antes te vendían los billetes, donde han sustituido al factor por una megafonía, de la locomotora, con un gran salto, se bajó Papa Noel del tren de mercancías.

Santa Claus tuvo que venir andando desde Torralba a Medina, el tren que le llevaba cada año a Arcos de Jalón ya no existía. A Soria salía uno llamado "patrocinio", que paraba en Torralba para cambiarse de vía. Y ahí se quedó Santa Claus, esperando un cercanías. No pasaron trenes de pasajeros, todos se fueron volando a más estrechas vías. -"Menos mal que un ferroviario de Arcos, nacido en Andalucía, pasaba con su tren largo y me sacó de las vías"- dijo Papá Noel exusando su llegada en el mercancías del medio día. -"Ves, si te vas a Laponia, habrías perdido un viaje"- le dijo el vecino del torrezno al otro que quiso solucionarlo, que le respondió sin pensarlo: -"Pues como voy ligero de equipaje, voy a buscar a la suerte, que no por estar aquí presentes, va a llegar cada día, en un tren de mercancías, conducido por un amiguete".


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