CAPÍTULO 5: LA DEL MOÑO AL TROTE

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LA DEL MOÑO AL TROTE


La vecina de Valerio era tan vieja como el maestro, pero aún caminaba erguida y a buen paso. Su pelo totalmente blanco, recogido en un moño de tres pisos, por lo menos, por eso le decían la del Moño al Trote. La vecina fue quién lo encontró dormido para siempre. Los últimos días fue su enfermera, porque el médico había dicho que era cuestión de horas.

- ¡Quién me iba a decir a mí que me quedaría sin vecino yo antes que tú!

Muchos días hacía comida de sobra y se la dejaba en la puerta. Un día se la comió un gato y Valerio dijo que lo necesitaría más que él. Su calle era la de los gatos porque una veraneanta les echaba de comer durante julio y agosto, incluso dejaba platillos con leche para los más pequeños. Al llegar octubre, los gatos se quedaban sin sus generosas raciones. Valerio decía que nunca hay que tener demasiado. Él había comido gato alguna vez y repetía el refrán: si te dan gato por liebre, mejor que nada.

Ahora ya nadie se comía a los gatos. Se morían de hambre la mayoría, hasta el verano siguiente.

Al Tardío no le daba reparo cocinar aunque se apañaba con poco. Algunos de los platos que le pasaba su vecina le duraban tres días. Y cuando iba a la carnicería, el carnicero siempre le ponía los cuellos del conejo y pollo y las asadurillas sobrantes. También los yogures pasados de fecha, que jamás le sentaron mal, quizá porque era un experto en flores del campo. La ajedrea, tomillo y espliego,  que recogía en su temporada, aromatizaban la calle, y la manzanilla de risco la tomaba a diario antes de dormir. Famosa era su manzanilla en todo el pueblo y los vecinos acudían para que les arreglara las tripas o los orzuelos precoces. Unos le daban queso y otros, magdalenas, y el Tardío se daba por bien pagado y lo agradecía diciendo simplemente: zí.

La vecina, la del Moño al Trote, también fue la responsable de la época artística de Valerio. Un día se le ocurrió comentarle que las letras de la sepultura de su marido necesitaban un repaso. El Tardío se prestó voluntario. Esa misma tarde se presentó en el cementerio y empezó a repintar las letras: Manuel Romero Sáenz +21 de septiembre de 1998. Y como le gustó la experiencia, pintó las paredes del corral de casa con cuadros famosos. En uno de los laterales que daba al gallinero pintó la Capilla Sixtina y decía que esa temporada sus gallinas ponían más huevos.

La vecina se subió las medias, se incorporó y se despidió del Tardío. Adiós, vecino. Adiós, vecina del Moño al Trote.

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