Bienvenidos y bienvenidas a Siguiendo el Rastro con Espíritu Animal Rural y los rastreadores y rastreadoras de Monteagudo de las Vicarías, de Arcos de Jalón y Alhama de Aragón. Todos ellos, una semana más, han descubierto el animal que buscábamos, en esta ocasión no les ha hecho mucha falta investigar mucho ya que los rastros eran bastante evidentes.
A parte de adivinar que era un Erizo el que había andado por allí, han buscado una gran cantidad de datos y curiosidades sobre él, que puedes escuchar en el podcast.
Esta semana ¡Pipo y Tina se quedaron en casa! Y no fue porque no quisieran venir, sino porque la actividad que íbamos a hacer nos llevaba directos al embalse de Monteagudo de las Vicarías, y como estamos en época de cría de aves, preferimos que nuestros peludos no molestasen a los habitantes alados que ahora necesitan calma.
En esta ocasión, me acompañaban Fran y Mara, y nos esperaba un grupo estupendo de más de 20 personas que vinieron desde diferentes lugares para conocer este rincón mágico del Alto Jalón.
Como éramos muchos, tocó madrugar para preparar las mochilas: guías de aves, bolsa para la basura, y en este caso nos llevamos el telescopio terrestre y un puñado de prismáticos para que nadie se perdiera ni un solo detalle. Las gorras, la cremita solar y el agua fresquita tampoco nos faltó y es que hacía mucho mucho calor... Tanto, que apesar d elas gorras y las cremas, nos quemamos un poquito.
Tras montar todo en el coche, nos subimos, nos abrochamos los cinturones de seguridad, y nos pusimos rumbo a Monteagudo.
El punto de encuentro fue en Saminhaan, el restaurante del pueblo, donde arrancamos el día con energía: un buen pincho de tortilla y muchas ganas de explorar. Luego nos agrupamos y comenzamos nuestro paseo hacia el embalse.
Aunque los campos ya empezaban a amarillear, el verdor aún reinaba por todas partes. Las flores silvestres llenaban los bordes del camino de color y Mara y Edurne, otra niña que vino con sus padres a la excursión se pusieron a recolectar algunas de ellas. El embalse estaba hasta arriba, rebosante de vida y de agua, yo creo que nunca lo había visto tan alto. El cielo azul casi sin nubes, se reflejaba en el agua. No había nada de sombra, por eso, íbamos bien preparados para el calor.
Antes de sumergirnos en el paseo y la observación de aves, Antonio Ruiz, el cronista de la villa, nos regaló un trocito de historia del embalse. Y yo, por mi parte, les hablé de las aves que podríamos encontrar… aunque con el calor que hacía, no tenía muy claro si íbamos a conseguir ver algo, porque las aves estarían escondidas buscando la sombrita.
Mara aprovechó para hacer fotos, muchas fotos, ya que en el cole, como deberes, le habían mandado que llevase una foto de un paisaje. Fotografió el embalse, las flores, las aves, e incluso los enormes peces que se veían bajo el agua cristalina. Había unas enormes carpas que se veían perfectamente desde el camino.
Mientras caminábamos hacia el mirador, nos envolvía el canto de jilgueros y carriceros comunes, dificiles de ver, pero ruidosos, escondidos entre los juncos y los arbustos.
Al llegar al mirador, desplegamos los prismáticos y el telescopio. Fue entonces cuando uno de los participantes exclamó:
—¡Mira! ¡Ahí, en ese posadero en mitad del agua hay algo!
A simple vista no se distinguía bien, pero al ajustar el telescopio… ¡sorpresa! Era una gaviota descansando, con el pico abierto de par en par por el calor. Les expliqué que, como no sudan, las aves abren el pico para regular su temperatura, igual que hacen muchos perros. La mayoría de los visitantes se sorprendieron de ver una gabiota en Monteagudo.
- ¿Pero las gaviotas no están solo en la playa? Preguntaban algunos, y el caso es que en Monteagudo y en zonas de embalses es también común poder verlas.
Mientras todos miraban a la gaviota, un nuevo canto captó mi atención. Un sonido muy reconocible para quien lo ha oído alguna vez.
Les pregunté al grupo si lo reconocían… pero no hubo suerte... ¿y vosotros, lo reconocéis, lo habéis escuchado alguna vez?
—Es un ave muy esquiva —les dije—. De esas que no se dejan ver fácilmente.
Justo en ese momento, ¡pasó volando frente a nosotros!. Fue tan rápido que muchos no llegaron a verla, pero su color era inconfundible: amarilla como el sol, con algunas partes negras, sobre todo las alas. Pero el amarillo es su color predominante. Una verdadera suerte poderla haber visto. Les conté que se alimenta principalmente de insectos, aunque también toma algo de fruta, y que hace unos nidos muy muy especiales. Os invito a que lo investiguéis… Vamos a ver si descubrimos que ave es y como son estos nidos tan especiales y diferentes.
De vuelta al coche, aún tuvimos más sorpresas: una garza real tomando el sol sobre una piedra y, lo más insólito del día, un colimbo grande, un visitante muy poco habitual por aquí, no solo en el Alto Jalón, si no en toda España. Así que tuvimos mucha mucha suerte de poder verlo y de que esté en Montegudo claro... Os animo a que busquéis imágenes de él. Es un avemuy chula.
Tras el paseo, comimos en Saminhaan, donde nos encontramos con Sofi, que estuvo jugando con Mara y Edurne con globos de agua. Por la tarde disfrutamos de una visita teatralizada por las calles de Monteagudo, que terminó con un vuelo de rapaces en el castillo.
Así que nada chicos y chicas, la semana que viene descubrimos ese ave amarilla tan esquiva, que tiene ese canto tan peculiar. Lo haremos aquí, en Siguiendo el Rastro.
JALON
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