LA ALCALDESA
La alcaldesa era alcaldesa desde hacía veinte años. Al pasar por el tanatorio, le llevó la corona que recibían los vecinos pobres. Valerio Ácimo del Puerto, el Tardío, los vecinos de tu pueblo.
- Valerio, te he puesto el Tardío, espero que no te siente mal, pero así te conocíamos todos.
La alcaldesa siempre se había ocupado de repartir el trabajo entre los vecinos más necesitados. Pequeñas faenas para que fueran tirando y se sintieran útiles.
Un escrito del padre de la alcaldesa, que también había sido alcalde, libró de la mili a Valerio. Por la presente certifico que Valerio Ácimo del Puerto es tardío de cabeza y no se aconseja su alistamiento en el ejército. Fue suficiente.
La alcaldesa también le consiguió su pensión por tardío. Valerio iba a la Caja de Ahorros cada primero de mes y se llevaba el dinero en un sobre que metía en un talego con el pan y la fruta.
La alcaldesa miró el féretro sonriendo:
- ¡Ay, tardío, si hasta saliste en la televisión!
Y es que una vez, durante la fiesta del pueblo, se escapó una vaquilla de la plaza de Tapias, y no la encontraban y habían rastreado ya medio monte. Apareció en el corral del Tardío. La vecina avisó a la alcaldesa y esta, a la guardia civil. El caso es que vino la prensa al pueblo. El Tardío acariciaba tranquilamente el lomo del berrendo y un periodista, parapetado detrás de un portal de al lado, le preguntó:
- Señor, ¿no tiene usted miedo? ¿Cómo ha conseguido atrapar al toro? Cuéntenos lo que siente…
Y el Tardío, indiferente, respondió:
- Zí.
Salió en la portada del periódico provincial y en todas las televisiones del país.
Y esos días, los vecinos le dieron palmadas en la espalda y le invitaron a cervezas y torreznos.
La alcaldesa también recordó el tiempo en que contrató a Valerio y a Braulio para hacer el padrón del pueblo. Daba gusto ver a los dos amigos: Braulio con la libreta y el bolígrafo, y el Tardío haciendo de entrevistador. Llegaban a una casa y Valerio preguntaba: apellidos y nombre. Por ejemplo, yo: Ácimo del Puerto, Valerio, alias el Tardío. Y Braulio se encargaba de apuntar los datos.
Y como se sabían los motes de todos los vecinos, así los apuntaron y aparecieron en el padrón de Tapias del Marqués:
Ábalos Torre, Tomás, el Abatoto.
Azcamellas Ligón, Aurelia, la Aurelieja.
Bemón Sánchez, Antonio, el Montaburras.
Cazón Ciruelo, Isabel, la Cruzá.
De Felipe Monte, Agustín, el Mochuelo.
Fernández Fernández, Fernando, el Fer.
García Siesta, Juana, la Pródiga.
Mazaterón Gordo, Daniela, la Morrocuete.
Mahoud Mohamed, el Moro.
Delgado Tovar, Martina, la del Moño al Trote.
Antón Antón, Antón, el Antón.
De Mingo Ramos, Ricardo, el Pérez.
Almarza Camacho, Enrique, el Píldoras.
Lindo Rossi, Salvio, el Piejoso.
Del Potro Miaja, Luciana, la Bolisas.
Así hasta un ciento, largo.
JALON
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