EL MÉDICO
El médico era una mezcla de todos los personajes anteriores. Fumaba tanto como el maestro, erguido como la vecina del Moño al Trote y colorido en su vestimenta como el pelo de la cartera. Llevaba ejerciendo en el pueblo toda su vida y conocía todos los males de cada uno.
- Descanse en paz. Mira que me dio poco trabajo este hombre –me dijo a mí sabiendo que lo apreciaba.
Valerio se hacía sus tisanas de plantas del monte, su loción de romero y espliego para los golondrinos que le salían en la axila, que fue su único problema de salud.
El médico del pueblo había hecho de todo un poco: de enfermero, de cirujano y hasta de psicólogo. Sobre todo cuando Valerio, siendo aún un mozo joven, se presentó en el bar de Juli diciendo que había visto un OVNI. La noticia corrió rápidamente por toda la comarca de Tapias y, como no se pudo demostrar, lo tomaron por loco. El gobernador recomendó que lo viera un psicólogo y el médico hizo esas funciones.
- ¿Cómo era esa luz, Valerio?
- Gorda.
- ¡Cómo va a ser una luz gorda!
- Como todo en la vida, es gordo o no gordo. La luz era gorda.
- ¿No sería la cosechadora del Fausto o los focos de algún todoterreno de un cazador furtivo?
- La luz estaba sobre la era.
- ¿Escuchaste algo más?
- Solo el canto del chotacabras.
- ¿Y aseguraste ver a seres pululando por la era?
- Claro, recogían en unos sacos muestras del terreno, paja, cardos, hormigas, piedras… Hasta que me vieron y se fueron corriendo. Aun les grité: ¡iiiieeeee, qué hacéis por ahí!
- Vaya lío, Valerio. Para una noche que sales al campo.
- Me molestaba un golondrino que tenía y no podía dormir, pero ya no voy a salir más.
- A ver, déjame ver ese golondrino, levanta la axila… Bah, eso va muy bien, sigue dándote la crema una vez al día y listo.
El médico firmó un papel y del asunto del OVNI no se habló más. Solo su amigo Braulio le creía.
JALON
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