CAPÍTULO 13: LOS VIAJES DEL TARDÍO

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LOS VIAJES DEL TARDÍO


Al Tardío le encantaba viajar. Se sentía libre. Le gustaba sentirse libre. Muchos días montaba en bicicleta con su inseparable Braulio. Iban por el camino del río o por las sendas de los pinos, se sentaban en una roca, se comían unas nueces con pan y se quedaban mirando el atardecer hasta que Braulio preguntaba: ¿Nos vamos? Y el Tardío decía: zí.

Se subía en los tractores. Ya todos los agricultores sabían de esta costumbre. Valerio colocaba el pulgar hacia arriba y cuando el tractor aminoraba la marcha, se subía. Cuando quería bajar, lo decía y desmontaba. Lo mismo sucedía en verano con las cosechadoras o los remolques llenos de trigo. Le gustaba rebozarse en el trigo. Como luego le picaba mucho todo el cuerpo, se bañaba en el río y se quedaba nuevo.

También le gustaba ir en camión, el camión de los melones y sandías que solía llegar al pueblo los viernes en los meses de calor. El Tardío esperaba en las afueras del pueblo para subirse al camión y gritar: ¡¡¡sandíiiiiias, meloooooones!!! ¡¡¡Tres por dos o dos por tres!!! ¡¡¡Sandíiiiias, meloooones!!!

Le gustaba viajar al Tardío, sí, menos en moto.

- Hacen mucho ruido –sentenciaba.

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