Una plaza llena de alegría,
gritos y risas de la chavalería
y de repente unas botas,
que la respiración cortan.
Un hombre rubio y alto
se erige sobre el asfalto
con un uniforme impoluto
y se hace el silencio absoluto.
Al día siguiente espera el tren
en un abarrotado andén.
Hacinados viajan en vagones
que cambiarán por barracones.
Y cuando a su destino llegan
no saben lo que les espera:
solo aquellos que tengan suerte
lograrán esquivar la muerte.
Familias sin piedad separadas
se preguntan atormentadas,
¿qué delito cometimos?,
pues no encuentran el sentido.
Y es que fueron criminales
solo por no ser iguales.
Y aún hoy en nuestros días
sigue habiendo indeseables
que, con discursos deleznables,
el odio siguen sembrando.
Y ante tanta ineptitud,
debe reaccionar la juventud:
la historia no se puede olvidar
o todo volverá a empezar:
“Aquellos que el pasado
no pueden recordar
están sin duda condenados
a repetirlo sin cesar.”
JALON
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