LA INVENCIÓN DEL VINO

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La última vez que estuve en Embid me llevé un pensamiento de Juan Blasco, uno de los pocos pastores que quedan, y me prometí escribir un artículo basado en esta reflexión, “antiguamente, en Embid podía faltar el pan pero nunca el vino”. Y es que casi cada familia tenía su propia bodega, en tinajas, en barricas, en toneles, enterrados bajo tierra y cerrados con puertas magníficamente diseñadas por buenos carpinteros.

No sabría decirles en qué momento empiezan a construirse, son cuevas subterráneas excavadas en depósitos detríticos típicos del paraje de las Eras, posiblemente alguna de ellas fuera la precursora y desencadenante de una tradición centenaria.


Bodegaspacheco

Vista de las Bodegas de Francisco Hernández Pacheco, 1950


Las hay muy abundantes en villas próximas, como Torrijo de la Cañada, más de cien de estas bodegas rupestres, en Embid llega a haber más de cincuenta. En el plano catastral de 1944 se pueden identificar claramente todas ellas, además de los lagares y los prensadores, y su caprichosa distribución por la loma noroeste del Coscorrinal. La etimología de esta palabra no es fácil de determinar, por un lado la raíz Cosco- proviene del grecolatino Cos que quiere decir piedra. También la raíz Cosc- como “coscorrón” o “coscurro” indica en todo caso la dureza. Muy próximo encontramos el Cascajar, paraje donde abundan los cascajos, las piedras menudas y además también podría estar relacionado con la “coscoja”, que es una variedad de encina de poca altura, y que pudo haber predominado en este paraje, ahora poblado de pinos. Lo que si sabemos es que es un terreno en el que no hubo tradición de cultivo, por la dificultad que presentan estos conglomerados lejos de suelo fértil pero sin embargo con una facilidad constructiva para crear estas cavernas artificiales que permiten la fermentación y conservación del vino una temperatura y humedad perfecta y constante durante todo el año.


Catastro1944

Catastro de 1944 de las Bodegas


La referencia más antigua que he podido documentar se remonta al año 1730, en el inventario de la Hacienda de la Ermita de la Virgen de las Angustias que la nombra así, “Una Hera, Pajar i Bodega en las Heras bajeras que confronta lo uno con lo otro, i todo junto con Hera de Josef Sánchez i ahora es de Domingo Lacal y con Bodega de Josef Latorre y Yermos de Concejo”.

El 20 de noviembre de 1790 se escritura la venta de una bodega para la Iglesia que era propiedad de Francisco Latorre y María Alonso vecinos de Embid de Ariza, “vendemos hoy en favor del cura y mayordomo que son y por tiempo serán de la Iglesia Parroquial de dicho lugar para si y sus sucesores a saber una bodega con todas sus entradas y salidas, usos costumbres y servidumbres sito en las Eras término de dicho lugar que confronta con bodega de Ygnacio Remacha y bodega de Lorenzo Millán, franca y libre de todo censo, vínculo, obligación y mala voz.” La bodega se valoró en veinte libras y diez y seis sueldos jaqueses.

En el año de 1818 la Casa de la Vega poseía 19.950 cepas vivas en la vega y en el anuncio de la puesta en venta del año 1868 se dice que Casa de la Vega posee 100 hanegadas de viñedo de excelente calidad, unas 64 hectáreas. Continua diciendo que posee bodega con abundantes vasos vinarios, lagares, prensa y fábrica para sacar aguardiente.

Sebastián Miñano nombra el vino como parte de la producción de Embid en el año 1826 (1), y D. Luis P. de Ramón, en 1887 dice que su clima es saludable, el terreno de mediana calidad, produce cereales, legumbres, hortalizas, frutas y vino. (2)


En 1859 las tierras destinadas a viñedo de Embid de Ariza seguían un cultivo con formación en vaso, y una densidad de cultivo de 800 cepas por cahiz de tierra, lo que viene a ser 1400 cepas por hectárea, algo baja para la época. El producto íntegro de un cahiz de tierra a 24 cuartales que contienen 800 cepas en el año común de un quinquenio en cántaros de vino siendo el valor de un cántaro 5,36 reales, es decir, casi diez litros de vino, era de 295,44 reales para la primera calidad, 220,40 rs. Para la segunda y 98,48 rs. para la tercera. (3)


Amillaramiento

Amillaramiento de Embid de Ariza de 1859


Hay tres edificios estratégicos para la elaboración del vino, el primero es el lagar donde se pisaba la uva, éstos siguen un patrón casi idéntico, dos depósitos de importante volumen que o bien se cubrían con tablones donde se pisaría la uva o les precedía una pequeña piscina para que la uva estuviera entre el sueño y el pie del pisador descalzo o con alpargata de esparto para no resbalar. Estos lagares estaban construidos con mampostería de piedra y un lucido que acompañara la limpieza del proceso del vino.


Lagar

Detalle de un lagar


Alberto Martínez nos relata este proceso en primera persona, “la uva la transportaban en caballerías cargadas de cuévanos, la pesaban ya que el lagar era compartido, se pisaban y se metía con el hollejo y el raspón al lagar. Se tenía mientas hacía la fermentación, algunos lo cubrían con tierra y tapaban las trampillas, una vez acabado el proceso de fermentación lo llevaban a la prensa

En las Bodegas existían dos prensas, o prensadores, un dispositivo que permitía aprovechar el zumo que todavía quedaba en la uva después de la pisada.

En la prensa también se metían a pisar el orujo para que cupiese más, una vez llena la jaula se ponían unas tablas gruesas en la parte superior para que hiciera presión la cabeza. Se prensaba y se desmenuzaba y se volvía a meter otra vez. En la palanca se ponían dos personas empujando y tirando”

Por último y a mi parecer lo que constituye una joya histórica y cultural son en sí mismos la arquitectura y la construcción de la bodega excavada en el suelo. Esta consta de una entrada principal, protegida con mampostería de piedra y en alguna ocasión con sillares. Cerrada con una robusta puerta de maderos entrecruzados que permiten la aireación del interior de la cueva. A continuación una rampa escalonada con cierta pendiente que nos conduce al interior hasta llegar a una habitación donde se ensancha para albergar los toneles, barricas, cántaros, y otros recipientes. Alguna dispone de arcos de de piedra o ladrillo, no sabría decir, para sostener la gran bóveda sobre nuestras cabezas. Lamentablemente muchas de ellas se encuentran arruinadas con depósitos de tierra y con peligro de derrumbe debido al abandono. Un patrimonio que nuevamente se escapa de nuestras manos.

Entrada

Puerta de entrada a una bodega


Rampa

Bajada a la bodega


Interior

Cueva de una bodega, Javier Baena.


Esquema

Esquema de una bodega


Quiero terminar esta breve reseña de las Bodegas de Embid con tres anécdotas, la primera nos la relata Alberto Martínez, “Una cuadrilla de mozos, inexpertos, estaban prensando uvas para hacer clarete, un vino dulce, con menos color que el tinto, y al acabar les dije que no sacaran el orujo pues había observado que no habían tenido la paciencia de hacer una segunda prensada. Llamé a los amigos y mano a mano procedimos a hacer una segunda prensada, lo que nos arrojo un total de 80 litros de clarete que serviría para todo el año”

Mi abuelo Eustaquio, el molinero, nunca bebía vino, y de pequeño le pregunté, “-¿abuelo tu por qué no bebes vino? A lo que me contestó, -era niño cuando pisando las uvas en un lagar, resbalé y caí al depósito con el mosto, en vez de agua tragaba mosto y creía ahogarme pues no era fácil subir por esas resbaladizas paredes, hasta que por fin entre varias manos salí y libré de una muerte segura. Desde entonces no quise saber nada del vino.”

La última anécdota la he extraído del libro “La Familia del vino” de Bodegas Langa, su relación con Embid de Ariza y que nos enseña un ejemplo de supervivencia, de lucha continua, venciendo a plagas, guerras y crisis y que hoy se posiciona como una de las mejores bodegas de Aragón.

Una conversación entre Juan Langa Gallego, Juliana Mariscal, que era tía de mi abuelo Eustaquio Mariscal y Pepa Langa, nuera de Juan y Juliana, tiene lugar sobre el año 1900.

-En Embid de Ariza, donde nací yo (Juliana), hay mucha devoción a Santa Quiteria.

- Pensaba que era usted de Villafeliche, tía Juliana.

Juan Simón denegó con un gesto:

- No. A mi mujer la conocí cuando me dedicaba a los acarreos. Me quedé prendado y menudeé las visitas al pueblo para poder verla. Tardé en pedirle que se casara conmigo porque temía que no querría marchar de allí.

Juan Simón sacó un cántaro con vino:

- Vamos a brindar por la próxima vendimia. Pepa, trae unos vasos.

- ¿Ha vuelto a Embid después de casarse? - quiso saber Pepa.

- No, hija, no. Desde Villafeliche no era fácil. Después murieron mis padres y ya no me llama desplazarme hasta allí para ver a los parientes que quedan. Mi vida es al lado de mi esposo y de mis hijos.


- ¿Es bonito el pueblo? - Sí que lo es. Se encuentra entre altas canteras entre las que pasa el río Henar. En lo alto de una de las canteras hay un castillo muy antiguo y al otro lado del río, algo muy curioso: la peña “el ujero”(4)



Pilon

Foto del antiguo Pilón de la Plaza


Hoy ya no existe el cultivo de la vid, las pocas cepas que quedaron fueron consumiéndose como leña en los hogares, y los campos cultivados en Valdefuentes, en San Cristóbal, el Blanquero, el Llano y en Casa de la Vega han desaparecido. Nos queda como parte de la memoria el Barranco de las Viñas, junto a las Algeceras para recuerdo de su cultivo. Hoy ni siquiera queda en pie el símbolo del racimo de uvas que portaba el pilón de la plaza del pueblo, símbolo de trabajo, de alegría, de fiesta. Por suerte, todavía nos queda en el pórtico románico de la Iglesia un recordatorio a modo ornamental que nos recuerda que hace ochocientos años, también había viñedos, o al menos, eso pienso yo.




Bibliografía:
(1) Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, D. Sebastián Miñano, MADRID, 1826.
(2) Diccionario Popular Universal de la Lengua Española, Luis P. de Ramón, 1885-1889
(3) Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, A/004281/0010, 1859-1862


(4) Langa, 150 La familia del Vino, Natalia Demidoff, 2017

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