Woody Allen dijo en una ocasión: “No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.
Somos seres sociales y para sentirnos bien con nosotros mismos, también cobra importancia la necesidad de complacer a los demás, ya que nos facilita la sensación de que no estamos solos y que además nuestra existencia tiene una utilidad (sentir que necesitamos a los demás, tanto como ellos nos necesitan a nosotros, nos aporta seguridad y mejora la autoestima).
Desde este punto de vista y en su justa medida, estos razonamientos son humanos y “sanos”, además de ayudarnos a convivir en cualquier entorno en el que nos encontremos. Por eso, cobra tanta importancia la necesidad de desarrollar habilidades sociales como el trabajo en equipo, la empatía o la escucha activa.
Pero, ¿qué sucede cuando no ocurre en “su justa medida”?
- Tipo A. Seguro que todos conocemos personas a las que no les interesa nada complacer a los demás… Tienen poca empatía y solemos etiquetarles como “egoístas”. Y es posible que lo sean, pero en ocasiones, simplemente ocurre que no tienen ninguna necesidad de complacerte o de quedar bien contigo. Simplemente han sido educadas con mensajes tipo “tu a lo tuyo”, “que cada uno se busque la vida” … o han tenido grandes desengaños. Por eso suelen ser personas que no esperan nada de los demás, pero tampoco necesitan que los demás esperen algo de ellos. Y suelen tener expresiones tipo “A mi no me pidas ningún favor, porque yo tampoco te pediré ninguno a ti”.
- Tipo B. En cambio, hay otras personas que sienten una necesidad imperiosa de complacer a los demás: necesitan dar lo que los demás esperan de ellos y ayudar, aunque no sea necesario. Y es imprescindible para ellos sentirse reconocidos, queridos y aceptados. En resumen: siembran “ayuda” y esperan recoger “amor”. Es como si sembrásemos “pepinos” y esperásemos recoger “tomates” … Algo que lleva a la frustración y a la baja autoestima. El origen de esta necesidad puede estar en la educación, en las carencias afectivas de la infancia, en la falta de aceptación, en haber sentido que no “pintabas nada” en algún entorno, malos tratos, etc.
¿Con qué tipología te identificas más?
Desde luego, en las dos tipologías ha influido la educación y las experiencias pasadas. Todo esto nos condiciona, pero la buena noticia es que podemos liberarnos y ser realmente como queramos ser. Por eso importante revisar que parte de nuestras conductas son condicionadas por el pasado y cuáles no. Y si es necesario, pedir ayuda profesional (sobre todo, cuando consideres que hay aspectos del pasado que nos has podido superar).
Si sientes la necesidad de complacer en exceso ¡Libérate de esa necesidad! ¿Cómo?
- Intenta ser tú mismo, acéptate y quiérete tú el primero. No seas tan duro contigo.
- Busca complacerte a ti mismo y no te sientas egoísta por hacerlo.
- Céntrate en subir tu autoestima.
- Preocúpate por los demás desde el amor, no desde el miedo al rechazo
- Reflexiona sobre la idea de que para cuidar a los demás, primero debes cuidarte tú. Éste, también un acto de generosidad.
- Identifica tus necesidades y pon límites a ti mismo y a los demás
Recuerda que no podemos ser aquello que no somos, ni dar más de lo que podemos…
Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.
Comentarios