DE PASEO CON LA MOMIA - SAGIDES 1823

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El protagonista involuntario de la historia de hoy, D. Rodrigo Jiménez de Rada, murió ahogado en el río Ródano (Francia) el 10 de junio de 1247. "In Rhodano moritur" rezaba su epitafio en su tumba original.


El 24 de abril de 1201, siete años antes de ser nombrado arzobispo de Toledo, y cuarenta y seis antes de su muerte, dejó escrito, en cedula testamentaria, que su cuerpo fuese enterrado en el Monasterio de Santa María de Huerta.


Según el testimonio del Abad Estrada, allá por el siglo XVI, el sepulcro era de piedra, muy antiguo y que al apalancar la pegada tapa del sarcófago se rompieron las letras, que cerraban las juntas del arca. Lo cual indicaba que, entre el entierro y principios del siglo XVI, el sarcófago no fue abierto. Ese primer reconocimiento se dio, según el Abad, entre 1508-1510, al que siguieron otros en 1558, 1670,1766 y 1865. En 1558, el Abad Estrada dice que el cadáver tenía sandalias bordadas con alfójar. Pero doscientos años más tarde, las sandalias habían desaparecido, dejando solo las suelas de corcho. 


El 15 de febrero de 1865, se vuelve a abrir el sepulcro de D. Rodrigo en presencia del párroco y ex monje del Monasterio, Gregorio Pérez, algunos empleados, y Gregorio Hertzel, ingeniero. Parece ser que llegó a oídos del Sr Hertzel que en 1823 un monje de Huerta “recogió el cuerpo de D. Rodrigo, refugiándose con él en Sagides”. ¿Pero qué hay de cierto en esta rocambolesca historia?


D. Vicente de la Fuente y Condón (1817-1887), natural de Calatayud, historiador y conocedor de los entresijos del sepulcro, afirmaba que esa idea era sin duda un disparate. Alegaba que lo lógico hubiera sido cargar con “el muerto”, nunca mejor dicho, durante la guerra. Pero para 1823 se buscaban más los relicarios que las reliquias, y los monjes sabían que no había plata, ni oro, ni otras alhajas, en el sepulcro. Además, apunta D. Vicente que, puestos a cargar con una momia, hubieran cargado con las reliquias de San Martin de Hinojosa, que se podían llevar debajo del brazo, y no el pesado y voluminoso cuerpo de D. Rodrigo. Curiosamente, San Martín de Hinojosa era tío de D. Rodrigo. Vamos, más fácil cargar con las reliquias del tío que del sobrino.


El Marques de Cerralbo afirmaba que el Abad y párroco de Huerta, Gregorio Pérez, fallecido en 1874, le dijo que nunca había oído la historia del "paseo" de la momia por Sagides. ¿Significa que la momia de D. Rodrigo nunca pasó por Sagides? A mi humilde entender no y ahí van algunos argumentos.


Es de notar que D. Gregorio se limita a decirle a Cerralbo que nunca oyó nada de la historia de la momia por Sagides, pero no lo niega. La situación no era tan apacible como sostiene D. Vicente, pues para 1820, con la llegada del Trienio Liberal, se desata una gran ola de anticlericismo. Cerralbo describe que sobre 1820, los comisarios del Crédito Público, presentados en el Monasterio de Huerta,  arrasaron con casi todo, de no ser por el hecho que alguno de los monjes escondió objetos en estancias del Monasterio. Para 1823 solo quedaban cuatro monjes en el Monasterio, lo que concordaría con la idea de una diáspora clerical del monje y la momia de Sagides. Para 1823, las vejaciones e insultos seguían. Con la llegada de los 100.000 hijos de San Luis, la situación para la iglesia mejora sustancialmente, lo que sostendrá la idea de un traslado corto y no largo en el tiempo. Quizá por ello, D. Gregorio no había oído nada.


Durante la Guerra de Independencia, acaecida unos 10 años antes, los monjes utilizaron como escondite de reliquias Montuenga y Sagides, bajo la protección de la Junta de Guadalajara. No es descabellado pensar que, ante la situación precaria y tumultuosa de 1823, algún monje que seguramente ya había vivido la experiencia de la Guerra, volviese a escoger Sagides como sitio seguro.


Además, había que proteger reliquias y documentos, no de los uniformados soldados franceses, fácilmente identificables, sino de los propios españoles y su lícito sentimiento anticlerical. Por otra parte, hoy no se entiende el catolicismo sin la veneración a sus reliquias y ya entonces eran muy importantes, quizás más que el oro y plata que buscaban los franceses durante la Guerra de Independencia. No olvidemos que a D. Rodrigo le habían desaparecido las sandalias en tiempos muy remotos y que las reliquias se veneraban con fervor ya desde la Edad Media.


Curiosamente fue Jiménez de Rada el que, en un documento de 1196, hace mención por primera vez en la historia a los pueblos del Alto Jalón por una insurrección del clero autóctono. Y allí aparece que el cura del lugar llamado “Salziedes” (¿Sagides?), es uno de los sublevados.

Sea como fuere, nunca sabremos si la momia de D. Rodrigo Jiménez de Rada estuvo en Sagides. Pero soy de los que piensan que si sometiéramos hoy al polígrafo a aquel monje, sonaría la cantinela: “Dice la verdad".

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