DE EUSKADI AL CIELO

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El partido de futbol cerraba los actos conmemorativos del primer aniversario de la independencia de Euskal Herria. Se enfrentaban naturalmente, el Bilbo (antiguo Atleti) y el Donostia (antigua Real Sociedad), equipos más emblemáticos del recientemente creado país.


         Además de las autoridades locales y el propio lehendakari, vinieron representantes de la Comunidad Europea y de la política mundial; entre ellos figuraba nuestro narrador, el embajador argentino Alfredo Moreno, antigua gloria balompédica del nuevo continente.


        Las distintas misiones diplomáticas pasamos el día juntos acudiendo a los múltiples actos festivos, sin tener apenas un minuto de respiro. Comenzaron con una atlética danza con que amenizaron nuestros desayunos, el baile lo orquestaba una pequeña flauta de melódico e inagotable sonido, que al parecer no era flauta, si no chistu, y éste, según se me explico era el origen de la música de viento y de todos aquellos instrumentos, que, de una forma u otra, hacer pasar el aire por pistones y émbolos. Ciertamente que el estridente pífano, hizo perder la compostura a la agregada cultural iraní y tuvo que ser retirada presa de un ataque de nervios, sin terminar con la exquisita repostería y sin que su desvarío sirviera para interrumpir tan “armonioso” concierto.


       Una vez solucionado tan embarazoso suceso, iniciamos nuestro periplo, con la consabida ofrenda floral, al gudari desconocido ( en esta tierra es la forma en que llaman al soldado caído).Un amable cicerone, que tuvo a bien hablarme en el que yo creía idioma común, me contó las muchas batallas que mantuvieron con el invasor español y francés durante siglos, y cómo los vencieron en casi todas ellas, tanto en campo abierto como en la lucha de guerrillas, a las que se vieron abocados por las adversas circunstancias políticas de los últimos años. Según sus eruditas explicaciones, todo había culminado con el famoso enfrentamiento de San Genofonte (el Santo Gen, según la tradición eusquérica es el responsable de la pureza y singularidad de su raza: “Encontrándose el santo sediento, dio por beber el agua, de la encantada fuente, de la casa de abajo y ésta al instante, dotó a su sangre de unas especiales características que, desde entonces, forman parte de la herencia euskaldún “).


         Por cómo me lo relataron, deduje sin grandes esfuerzos que tales cualidades, les alejaba de los seres terrenales al tiempo que les acercaba a los celestiales.


        Nadie sabía muy bien, donde había ocurrido tan gloriosa batalla, pero era seguro que se había saldado con una estruendosa victoria para los defensores de la libertad tradicionalista.


        Por resultar amable y halagar sus oídos, me interesé por conocer el nombre de sus jefes, las acciones de valor más significadas, sus tácticas, en fin, por todo lo épico que suele acompañar a las deseadas liberaciones. Pero inexplicablemente, esto pareció molestar a mi solícito interlocutor, que comenzó a hablar en su exotérica lengua con otro acompañante, que parecía reprenderle con “sus” airadas palabras a la vez que, con educado, pero enérgico gesto, me invitaba a abandonar tan solemne lugar.


        En mis muchos viajes he visitado múltiples países y conocido diferentes culturas, esto me ha enseñado a respetar, aún sin compartir, todo tipo de creencia por inaudita que me pareciera.


        Desde ese momento, me prometí a mí mismo, no ser indiscreto y corresponder con palabras de hábil político, la hospitalidad de aquellas sencillas gentes.


       Hacia el mediodía, un enorme obispo inauguró el “I certamen de juegos y deportes autóctonos eusquéricos”. Me apuntaron en voz baja y con suma reverencia, que Monseñor Bevien era más poderoso que el Papa romano y se estaba estudiando seriamente el abandonar el seno de la Iglesia Católica, si el sumo pontífice, no consideraba la justa petición del clero local, para instaurar el euskera como idioma oficial de la liturgia cristiana, desplazando al latín, que como ya habían demostrado diversos párrocos euskaldunes, es el idioma que usurpó el lugar de la lengua de las lenguas, en los escritos sagrados.


         Algo, si me inquieté. Nunca he sido muy religioso, pero, aunque me resultó muy extraña y disparatada la historia, decidí callar. No hablar de temas que no se conocen en profundidad, forma parte de la discreción diplomática y evitaba, una vez más, herir ajenas susceptibilidades.


         Los juegos y deportes resultaron entretenidos y vistosos. Primero, una serie de fuertes leñadores (aizcolaris por estos lares) con suma habilidad y destreza, casi talan un pequeño bosque. Pensé en nuestros inmensos pinares patagónicos y en los problemas que teníamos con los movimientos ecologistas cada vez que alguien tumbaba un árbol. Como si leyera mis pensamientos, uno de mis guías me tranquilizó, explicándome que la ecología nació en Euskadi y que, prados, ríos y vacas forman parte desde su proclamada independencia, de la enseña nacional. Actualmente, entre los radiales rayos de su ikurriña, se han pintado pequeños motivos agrícolas, ganaderos o fluviales, consiguiendo dotar al, hasta hace poco, beligerante estandarte, de sosiego y encanto natural.


         Se sucedieron, juegos de pelota, con la mano desnuda, en los que los contendientes parecían querer derribar la pétrea pared oponente. Enormes bueyes arrastraron megalíticas piedras, mientras eran azuzados por sus vociferantes conductores. Corpulentos morroskos, levantaron rocas de distintas formas y tamaños como si de ancestral halterofilia se tratara. Aquí ya no tuvieron que ponerme en antecedentes, resolví, por mí mismo, que esta actividad, era el origen de tan hercúleo deporte.


        Según transcurrieron los juegos, fui descubriendo, gracias a sutiles mensajes y a mi corto entendimiento, dónde se inventaron los bolos, la petanca, el tenis, el arco, la caza, el remo, América…….E incluso, llegue a sentir un ligero estremecimiento, cuando uno de los participantes, en un arrebato de impotencia, tras una fallida prueba, lanzó una estruendosa imprecación al cielo: “¡Cago en Aitor!”. Hice como que no lo oí, pues temo, que, si hubiera preguntado e indagado, mis escasas convicciones religiosas se hubieran derrumbado definitivamente.


Continuará …        El desenlace el próximo viernes...


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