Henry, como tanta gente, es un hartojalonero que comienza el año estos días de finales de septiembre. Algunos aragoneses lo harán cuando pase “El Pilar”. Una especie de biorritmo interno provoca que durante julio y agosto, independientemente del trabajo o las vacaciones, el bio lo marque el ritmo de los calores, la relajación social para los que vienen, van o esperan veraneantes. Los camareros y camareras que trabajan más, los que no trabajan nada, las personas viajeras, los que ven amanecer o atardecer, las de piel arrugada y marchita o pellejo joven y terso… los que beben sin o toman chupitos de ron, muchos, aunque sea de forma inconsciente, pensarán enmendar algunos hábitos o proponerse realizar alguna actividad nueva, retomar alguna antigua, leer un libro, pasear más que tumbarse en el sofá, ir al gimnasio, por supuesto, tres palabras unidas en esta época del año, comprar los primeros dos fascículos de miniaturas Castillos del Jalón, por solo un euro con tu Alto Jalón del sábado, cambiar algo en el trabajo o en tu forma de pedirlo y conseguir uno, dejar de fumar habanos (qué anacronismo, ya), o fumar menos, eso sí, uno después de comer, otro por la tarde y otro por la noche… ya sabes que eso no te funcionó el año pasado… Ahorrar unos euros para ir a pasar un fin de semana a algún sitio, eso tampoco te funcionó pero vuelve a echar cubos de cebada al rabo inerte del burro… desconectar el móvil a las nueve de la noche, no conectarlo a las once para ver quién te ha escrito, publicar menos fotos en redes sociales, estar más con los amigos, conservar alguno, llamarlo una vez al mes, este año sí que sí, no empezar a comprar lotería en octubre, pero tampoco esperar al puente de diciembre, que te quedas sin ella como el año pasado, ir de vez en cuando a la fisio y no solo cuando ya es tarde, beber más agua del grifo, no hacer caso de los consejos sobre la carne de vaca, el pan, el vino y los torreznos, eso sí, cuídate de los consejos de ministros, sean del color que sean, no hay uno que se quede para simiente, si miente porque miente, y si no miente, tampoco permanece. Si vives en la ciudad habrás pensado usar menos el coche, seguro, y si vives en un pueblo, también. Aprender alemán de una jodida vez, ver entera la serie de capítulos de Colombo, no enojarte porque pierda tu equipo, no les debes tanta salud, arreglar la bici, contar cuentos con más entusiasmo a tu hijo, contar hasta diez antes de darle una colleja a tu hijo, contar con tu hijo, contar con tu madre, que ya es demasiado vieja, no usar bolsas de plástico ni para ponértelas en la cabeza cuando llueva, ver llover una tarde de octubre, mirar al cielo una vez a la semana, no criticar a la profesora de tu hija, despedirte de la temporada del melón con resignación, leer de vez en cuando, aunque sea el Alto Jalón, aprender a tocar el laúd, con la guitarra ya lo intentaste, salir de la zona de “alcanfor” de vez en cuando, no decir mucho “la verdad que…”, no decir mucho “poner en valor…”, no decir mucho, así te equivocarás menos, apuntarte a yoga o meditación, apuntarte a ti y no a los demás, reciclar en siete cubos diferentes la mala leche, como algún hartojalonero, como Henry. Y, a propósito de Henry, ¿cuánto le durará este año su lista de buenas intenciones? Lo que duran dos hielos en un güisqui on the rocks… Al tiempo...
JALON
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