UNA DECISIÓN COMPLICADA: TRASLADAR A UNA RESIDENCIA A MIS PADRES

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Qué difícil es tomar la decisión de tener que institucionalizar a tus padres. Principalmente porque nos damos cuenta que nuestros padres presentan unas limitaciones y necesidades que no estamos preparados para asumir y que pensamos que nunca iba a ocurrir.


Nuestro subconsciente no para de azuzar las obligaciones como hijos y en nuestro pensamiento da vueltas constantemente lo que ellos han hecho por nosotros desde que nos dieron la vida. Les prometí que siempre los iba a cuidar, ellos me lo han dado todo, han hecho numerosos esfuerzos económicos para poder darme una formación, pagar la primera cuota de mi coche, ofrecer la entrada para mi piso, han cuidado de mis hijos, de sus padres, han estado siempre a nuestra disposición, han vivido por y para nosotros y nos sentimos atrapados en la culpa. El sentimiento de culpabilidad, nos lleva a no gustarnos, a descalificarnos, a torturarnos y a sentirnos incapaces porque nuestra decisión se va a convertir en traición y nos produce rabia, tristeza, inseguridad sobre la decisión tomada.


A la vez que, sabemos que es imposible poderlos cuidar o bien por sus limitaciones o por nuestras circunstancias y nos justificamos una y mil veces. Llega un momento que no son autónomos y en su casa no pueden permanecer.


Ser conscientes de la realidad de dependencia de nuestros padres nos tiene que ayudar a delegar en su cuidado y confiar en la profesionalidad del equipo humano del Centro que elijamos.

Cuando descolgamos el teléfono y vamos llamando a distintos Centros para preguntar si hay o no disponibilidad de plazas, preguntar por servicios que prestan, cuantía económica…y nos dicen que a corto plazo no hay plaza, buf!!!!! cerramos los ojos y respiramos profundamente, nos engañamos a nosotros mismos porque pensamos que los vamos a tener un “ratito” más y que confluyen todos los astros para no dar el siguiente paso que nos produce una mezcla de sensaciones que no sabemos gestionar.



Pues bien, debemos cambiar esos pensamientos negativos y valorar lo que les vamos a ofrecer abriendo un capítulo distinto en su vida en el que necesitan ayuda de personal cualificado para atender las limitaciones que por edad o por patologías, tiene el ser humano en un momento de su vida. Ingresar en una residencia no significa abandono, es preocuparse que estén bien atendidos, que no estén solos, que les puedan ayudar en las actividades de la vida diaria y que puedan desarrollar un Envejecimiento Activo. No vamos a perder el papel de cuidadores sino que vamos a participar de una manera diferente, que los vamos a seguir cuidando y seremos clave para la adaptación que nuestros padres necesitan dentro de la residencia de mayores. Es fundamental la relación de cercanía que se debe de establecer entre las familias y Centro.


Las residencias de ancianos están consideradas como lugares donde las personas mayores reciben los cuidados y atenciones que necesitan durante la última etapa de su vida.

Gracias al trabajo de los profesionales la idea sobre el concepto de residencia ha cambiado y se ha podido comprobar que la convivencia y sociabilización dentro de una residencia permite aumentar la esperanza de vida.



Por todo ello, los hijos debemos gestionar mejor ese sentimiento de culpa que produce una decisión complicada que es el ingreso de nuestros padres en una Residencia y confiar en el personal de los Centros, dejar que desarrollen su trabajo prestando un servicio de calidad con calidez.


Familias y Centros queremos lo mismo que, las personas mayores a las que cuidamos por vocación con cariño y que trabajamos con el corazón, sean lo más felices posible y les podamos ofrecer confort en la última etapa de su vida.



Mi admiración por el apoyo y el respeto de todas esas FAMILIAS que han formado parte de Fundación Ariza y actualmente, Fundación el Molino.


Por su paciencia en plena pandemia que fue difícil para todos y por sus palabras de agradecimiento hacia nosotras.


GRACIAS.


Ana Rodríguez Betrián.


Dirección de Fundación el Molino.


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