¿A QUÉ LE TIENES MIEDO?

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Continuamos con la tarea de identificar y poner nombre a nuestras emociones y en esta ocasión nos vamos a ocupar de una de las emociones que más puede condicionar nuestras vidas: el miedo.


Esta emoción nos ha permitido sobrevivir como especie. Se activa ante situaciones que percibimos como peligrosas. Aparece de forma instintiva, no podemos evitarla, ya que supone un sistema de protección frente a posibles ataques o situaciones que puedan generar algún riesgo.


Sin embargo, la sociedad en la que vivimos ha generado una imagen negativa de esta emoción tan valiosa: “Sentir miedo no es el problema. El miedo nos está avisando de que hay un problema que tenemos que resolver”. Es decir, el miedo es el mensajero y lo acabamos “matando”, sin solucionar el problema real que permanece oculto...


Por eso es muy importante comprender que la forma con la que nos enfrentamos al miedo es el resultado de la suma de una serie de mecanismos instintivos, pero también del aprendizaje que hemos ido adquiriendo según las experiencias vividas (miedo aprendido) y de las creencias que se han ido formando a lo largo de nuestra vida (según la educación que hayamos recibido de nuestros padres, profesores, abuelos, etc.).


Es decir, cuando nos enfrentamos a una situación que percibimos como peligrosa, primero se activa el instinto de supervivencia, pero también una serie de procesos mentales aprendidos (como si estuviésemos programados) que nos inducen a actuar de diferentes formas cada uno de nosotros.


Vamos a analizar cuales son esos procesos mentales para poder identificarlos y poder gestionar de una forma “sana” nuestros miedos:


- Miedos aprendidos. Según las experiencias vividas, cuando hemos pasado miedo en un lugar, con una persona o en una situación concreta, es habitual que los asociemos con el miedo experimentado en un momento concreto, aunque el peligro ya no exista.

Por ejemplo, si hemos paseado por una calle y un coche, por accidente, se ha subido encima de la cera y casi nos atropella, puede ocurrir que cuando nos inviten a pasear por esa calle, se active de nuevo el miedo vivido y rechacemos la invitación. En este caso se trataría de un miedo irracional, ya que la calle no supone un peligro en sí misma.


- Creencias educativas. Seguro que te suenan frases tipo “Ten cuidado, no pases por ese sitio, que no parece muy seguro”, “A ver si te vas a caer”, “Cuidado, no te fíes de nadie”, etc. frases que nos han dicho con la intención de protegernos, pero que, llevadas al extremo, más allá de la prudencia, pueden generar creencias irracionales, que nos llevan a percibir el mundo y a sus habitantes como una amenaza continua.


Por otra parte, también es importante identificar a qué le tenemos miedo cuando no está en peligro nuestra vida o nuestra salud. Estos miedos son los más difíciles de identificar, pero son los que más condicionan nuestros comportamientos en el día a día, los que nos impulsan a huir, a ser imprudentes o a enfrentarnos y a superarlos. Vamos a hacer un auto chequeo:


1. Miedo a perder el estatus

2. Miedo a fracasar ante uno mismo

3. Miedo a fracasar ante los demás

4. Miedo al sufrimiento

5. Miedo a parecer débil

6. Miedo a la incertidumbre (necesidad de control)

7. Miedo al conflicto



¿Has identificado los miedos aprendidos, las creencias que más te condicionan y cuáles de los 7 miedos están más activos?



No dejes que el miedo condicione tu vida, trabaja la prudencia de forma racional y objetiva.

Y recuerda que sentir miedo no es el problema. Simplemente es el mensajero de que hay un problema que es necesario solucionar.




Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

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