DIEZ PEDRITOS

|

La humilde barca se deslizaba suavemente por aguas del río Jalón. Los ocho pasajeros se miraban confiados mientras los chopos de la ribera eran testigos del singular viaje.


La travesía fue breve y los cinco hombres y tres mujeres descendieron en el pequeño embarcadero cercano a la Casita del Tejar, destino final de los pasajeros.


La pareja de amables mayordomos, Petrova y Píter, dio la bienvenida antes de tomar posesión de sus habitaciones. A continuación, durante la cena, las miradas de los ocho se tornaron huidizas y nerviosas. Nadie conocía al anfitrión, el llamado Pedro, el del Alto Jalón, quien había programado aquel extraño encuentro.


Nada más acabar la cena, Píter y Petrova sirvieron los cafés. Petrova mandó callar, mostró su móvil alzando su mano y escucharon el audio:


“Los diez estáis aquí por una diferente razón, pero todos sois culpables…


José Pedro, culpable de redondear al euro a favor de los clientes del Financial Bank of Cetina. Tus prácticas iniciaron el desplome del banco y varias decenas de ricos no pudieron enriquecerse más.


Pedro César, culpable de hacer rodar sandías gordas por la calle más empinada de Calmarza. Al llegar al final de la calle se estampaban contra una pared y tus amigos se reían de la gracia.


Pedro Alpargatas, culpable de llevar en el remolque a toda la chavalería de la zona de fiesta en fiesta; algunos mamados y borrachos.


Petrilla, culpable de dar gato por liebre durante la época de posguerra en el bar que regentabas en la plaza, El Gato Encerrado. Paella de gato, empagatillas, croquetas de gato, gato al pilpil…


Pedro Chaparro, culpable de correr por el pueblo como pagado municipal. El ayuntamiento te pagaba en B para que corrieras mañana y tarde y, así, dar imagen de pueblo deportista.  Fuiste ejemplo para muchos niños y niñas.


Petra Laparra, culpable de no desvelar secretos de estado de los que se reunían bajo tu casa y la propia parra. Tras quitar la parra, el visillo nunca fue lo mismo.


Píter, culpable de dejar sin casa a miles de caracoles. Vendías las conchas a Petrilla, la del bar de la plaza, para dar algo de gusto a los platos de gato.


Petrova, culpable de dejar pasar a cientos de jóvenes del pueblo a la Pista, sin pagar, solo por algunas cervezas.


Pedro Anselmo, culpable de acostumbrar mal a la gente con tu secreto de los tomates. Hiciste la mili en Barbastro, viste los tomates rosas y los sembraste en el pueblo. Incluso los regalabas o compartías con cebolla, aceite y sal.


Pedrito Bailón, culpable de trata de aire sin permiso. Desde pequeño guardabas aire en todo tipo de recipientes: ruedas de bici, de moto, de tractor, bolsas, cubos, ollas, perolas…Los vendías a los veraneantes como aire puro del pueblo para llevar a la ciudad”.


Aquella noche, en la Casita del Tejar, Pedro, el del Alto Jalón, cumplió con la justicia según la canción de los Diez Pedritos.


Los Diez Pedritos y Pedritas fueron expuestos ante los ojos de los vecinos. Todo el pueblo, reunido ante la Casita del Tejar, les tributó un sonoro aplauso.


Pedro, el del Alto Jalón, sigue navegando por las remansadas aguas del río recogiendo historias imposibles en su modesta barca.

Comentarios

ARTÍCULO DEL DÍA