Latos Pérez llegó con su familia en un vuelo chárter desde un lejano país. Nadie sabía mucho más de él. Fue bien acogido en el colegio aunque era un poco retraído y destilaba un aire misterioso.
Sus lustrosos colmillos, algo puntiagudos y blanquísimos, destacaban en su rostro y cuando hablaba le sobresalían ligeramente sobre el labio inferior. Tan repeinado, con el pelo negro zaino engominado que contrastaba con su blanquecina tez, lucía un porte distinguido.
Un viernes, a primera hora, el profesor pidió los cuadernos para revisarlos. Todos estaban en blanco.
- No puede ser, sois unos vagos de cuidado. Lo apuntaré en mi agenda y tomaré las medidas oportunas –amenazó.
Abrió su agenda y… ¡también estaba en blanco!
Sacaron los cuadernos y todos estaban en blanco. ¡Las letras y números habían desaparecido!
- De aquí no sale nadie hasta que no se resuelva el enigma.
Todos se miraron entre sí, con recelo. Podría haber sido Fabián, el Trasto, al que castigaban casi todos los días o Maika Dinamita, que las preparaba buenas… El profesor fue interrogando uno a uno. Cuando le tocó el turno a Latos:
- ¿Qué es eso que has comido, Latos? Ya sabes que no puedes comer en clase.
- Se limpió el hilillo violáceo que asomaba por la comisura de sus labios y entonces, al relamerse, se le vio la lengua negra y roja, como cuando se te explota un bolígrafo en la boca.
- ¿Pero esto? A ver… abre la boca bien… Pero, ¿de dónde ha salido este?
Y Latos abrió su boca y vomitó sobre el escritorio del profesor. Una bocanada de tinta roja que regó las manos y todos los papeles de la mesa del maestro. Al momento, desplegó su camiseta negra y su cuerpo menudo se convirtió en el de un ratón alado y echó a volar hasta la zona trasera de la clase, donde se encontraban los percheros. Allí se quedó anclado en la pared, cabeza abajo. ¡Se había convertido en un murciélago!
- Cuidado muchachos, no es un murciélago cualquiera… es un chupatintas descendiente de Drácula –anunció Isabel Otodo.
La chica, que era la que más libros de historia había leído, se acercó hasta Latos con un balón en la mano. Lentamente se lo colocó a menos de un metro de distancia y Latos cerró los ojos y emitió un chillido muy agudo delatando dolor.
- Vamos, todos –animó Isabel Otodo–, sacad vuestros balones y acercadlos, su presencia le hace mucho daño.
Pero Latos voló y se posó en el alféizar de una ventana que estaba abierta.
Isabel Otodo se acercó esta vez con dos regalices negros formando una cruz.
- Sal de ahí, Latos, cómete el regaliz y conviértete en alumno de cuarto, cuarto, cuarto, cuartooo B –dijo imitando a su ídolo Íker Jiménez.
Era como un sortilegio que todos repitieron al unísono mientras la cruz de regaliz ya casi tocaba al niño murciélago.
Pero en vez de salir de ahí, el vampiro Latos se piró de clase por la ventana. Hizo un vuelo rasante para aterrizar en la sala de profesores. Allí se dio un festín comiendo toda la tinta de las agendas de los profes, los exámenes sin corregir, las revistas..., las fotocopias quedaron en blanco y hasta se tragó de un sorbo toda la tinta de la impresora.
El director salió a su encuentro con un diccionario de inglés. What is this?
Nada surtió efecto… Todos los alumnos se situaban con los tutores respectivos en los pasillos del colegio para ser evacuados.
Latos, el vampiro, pasó en atrevido vuelo rasante varias veces por encima de las cabezas de niños, niñas, profesores y personal del centro. Se detuvo en la yugular del director y este, nada más sentir el picotazo, mordió a la jefa de estudios y ésta al encargado de la limpieza… y así todos fueron mutando en murciélagos.
El patio del colegio se convirtió en un circuito de murciélagos. Cientos de pequeños vampiros de infantil, muchos con los colmillos de leche todavía, murciélagos tiernos de segundo de primaria, más grandes, de sexto..., volaron todos, incluso la profesora nativa de Inglés, un murciélago pelirrojo procedente de Londres de más de cien kilos. Todos volaron hacia la biblioteca para darse un festín devorando las tintas de los libros.
Y allí, medio dormido, entre libros y vampiros de todas las edades, me desperté sobresaltado con un libro entre las manos y leí: “¿De dónde, Drácula? Latos Pérez Drácula nació en Transilvania, una región de los Cárpatos, en Rumanía…”.
JALON
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