MATANDO EL TIEMPO

|

El Residente


Nuestros hijos, nuestros nietos, nos traen al presente antiguos recuerdos infantiles. Cuando caminan por la calle saltando baldosas o esquivan con habilidad de malabarista los obstáculos que les presenta la vía pública, casi sin quererlo se dibujan en tu mente imágenes nítidas de tu niñez. Dicen que los hijos y nietos son el futuro, pero desde que somos padres o abuelos, es el pasado el que continuamente insiste en volver…..esta sensación se acentúa en los abuelos.


Imaginemos el tiempo como una línea, como la trayectoria de una flecha. Hubo un inicio y avanzamos hacia un desenlace. Solemos tener el concepto de la temporalidad lineal, un principio y un final. Deberíamos pensar como hacían alguna escuelas filosóficas de la antigüedad, donde el tiempo es cíclico. Sin punto de partida ni conclusión , todo está en movimiento continuo, movimiento circular.


La rueda de la vida no coloca la esperanza en el avance continuo, sino en el retorno. Aunque nos envuelva la noche, sabemos que volverá el día.


El eterno retorno encuentra su versión cotidiana en el trágico trajín de las tareas del hogar y en la tediosa repetición de muchos trabajos administrativos. Rellenar la nevera, hacer la comida, limpiar, cumplimentar casillas, almacenar, archivar….. y cuando todo esta impoluto, resuelto y terminado, vuelta a empezar. Sísifo, el de la piedra montaña arriba, montaña abajo, merecería ser canonizado como el santo patrón de los trabajos rutinarios.


Hay muchas formas de experimentar el tiempo, todas auténticas y a veces contradictorias, el ritmo acelerado con el que vivimos nos imprime la fascinación por lo veloz. Sin embargo, aún necesitamos la lentitud de los empeños a largo plazo; educar a los hijos, cuidar a los mayores, pagar hipotecas, creer en la amistad y el amor.


Presos de la prisa, corremos para llegar puntuales a nuestra siguiente meta. Con la vista puesta en lo que sigue, malogramos el presente. Preferimos la llegada al camino. Incluso llegamos a emplear expresiones homicidas como “ matar el tiempo”.


Alguien escribió hace mucho tiempo: “ Mi misión es matar el tiempo y la del tiempo matarme a mí. Se está bien entre asesinos”.


Repetimos que el tiempo es oro, olvidando que nada hay más valioso que nuestras horas irremplazables. Sobrevivir implica imaginar el mañana con el placer del ahora. Quizás debamos empezar a tratar al tiempo con más tiento.


                                                                                   El Residente.

Comentarios

ARTÍCULO DEL DÍA