LA MEMORIA TAMBIÉN ES PATRIMONIO

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Piedras Rotas


La riqueza de un país se mide de acuerdo a parámetros muy diversos, pero quizá el más importante de todos sea la memoria. La vida está hecha, sobre todo, de recuerdos, de relatos e imágenes en parte reales, a veces un poco inventados, que al juntarse componen un resumen de lo que somos y de lo que hemos sido. Esto vale para las personas individuales, pero también para los colectivos, para una pequeña comarca como nuestro querido valle alto del Jalón o para un país entero, para toda la Tierra.


En España, desde hace unos años y por parte de un sector político muy concreto, se está intentando borrar la memoria nacional. Dicho más claro: la derecha trata de hacer olvidar los innumerables crímenes de la dictadura franquista con argumentos falaces: “Hay que superar el pasado”; “Todos cometieron errores”; “No queremos herir sensibilidades”. Y así, cien sandeces del mismo cariz y todo son embustes, porque tratar de borrar la Historia es la mayor de las mentiras.


La memoria es importante porque puede ayudarnos a no caer de nuevo en los errores del pasado y también porque es la piedra con la que se afila la espada de la Justicia. A pesar del discurso conservador, que blanquea e incluso tiñe de rosa la dictadura, lo cierto es que los treinta y nueve años en los que el oficial de infantería Francisco Franco y sus oligarcas ocuparon el poder constituyen el periodo más miserable de la de por sí agitada historia española.


Los traidores que se levantaron en armas en Marruecos el 17 de julio de 1936 iniciaron una guerra que devastó el país. Estos golpistas, amigos de nazis y fascistas, provocaron la muerte de cientos de miles de españoles en los combates, en los bombardeos sobre la población civil y, sobre todo, en la represión desmedida que aplicaron sin miramientos durante las casi cuatro décadas que duró su régimen. La coalición de falangistas, carlistas, católicos ultramontanos, aristócratas y ricachones arruinó a la nación española hasta tal punto que en 1959, después de veinte años “de paz”, nuestro país apenas había recuperado el nivel económico de 1930 (de por sí bajo), dejando a España como miembro de pleno derecho del Tercer Mundo. 


Como consecuencia de la guerra y la represión decenas de miles de españoles huyeron del país, entre ellos la práctica totalidad de intelectuales, artistas, literatos y científicos, lo cual ha dejado una cicatriz profunda en la creatividad nacional, una herida que aún sangra. Para rematar la faena el dictador, tal vez consciente de su incapacidad para dirigir España, decidió vender la soberanía nacional a los Estados Unidos a cambio de unas migajas y de que le permitieran seguir sentado en la silla hasta el fin de sus días. El precio: la instalación en nuestro territorio de varias bases militares, como si fuéramos un país ocupado, y la renuncia a disponer de una dirección económica propia. Lo peor de todo, que una nación antigua e importante como la nuestra haya tenido que sufrir la vergüenza de verse gobernada por una caterva de mamarrachos, grotescos sí, pero también sanguinarios.


Por lo que parece aún hay nostálgicos de ser un país pobre, ridículo, corrupto, sin importancia internacional y con las cunetas llenas de cadáveres. Porque a ver, ¿qué diablos reivindica la derecha en su ensoñación de la dictadura franquista? ¿Qué puede decir de bueno de ese periodo infame? ¿Acaso sueñan con volver a hacer grandes negocios como los hicieron sus abuelos y sus padres? ¿No los siguen haciendo ahora, pero mejor? Quizás la causa por la que el discurso conservador quiere obviar o más bien falsear el pasado es… porque en el fondo les da vergüenza. Y como pueden, mezclando mentiras y falsa piedad, echando la vista hacia otro lado, tratan de confundir a la sociedad entera, para que no les caiga encima la responsabilidad de un desastre histórico.


Pero no vale: la memoria existe y es el elemento patrimonial más importante de todos, el que da valor y relieve a la existencia. En el Alto Jalón, como en toda España, los franquistas cometieron tropelías sin cuento y hay que recordarlo. La pasividad es un aliado de la desmemoria y, sobre todo, de la caradura de ciertos políticos que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino.

El pasado es el que es. Y no, no es imprevisible como decía Stalin: está escrito y aún permanece vivo en los recuerdos de muchas personas que se niegan a olvidar. No por deseo de revancha, sino porque es de Justicia. Los crímenes franquistas también forman parte de la Historia del Alto Jalón y cuando alguien reivindica la dictadura sin hacer mención a las atrocidades cometidas hay que levantar la voz y hacerles callar. Porque mienten.

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