​LA RESTAURACIÓN DE LA ACRÓPOLIS DE MONREAL DE ARIZA

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Jose Manuel Lechado


Hoy toca felicitación: al ayuntamiento, y al pueblo entero, de Monreal de Ariza por haber acometido, con muy buen criterio además,esa restauración que tanto necesitaban su iglesia, castillo y murallas. Una obra que está previsto continuar en los próximos años para recuperar una acrópolis espectacular, visible desde media comarca y que ha estado muy cerca de perderse por completo luego de años de abandono, saqueo y ruina progresiva.


Pero antes un poco de historia. El castillo, que corona uno de los cerros testigo (o alcor) tan típicos del valle alto del Jalón, empezó a construirse en 1128 por orden del rey Alfonso I el Batallador. No es ningún secreto que nuestra comarca, una zona de paso estratégica, ha sido frontera de muchos reinos y sus pueblos han sufrido, por desgracia, la visita de multitud de ejércitos. La fortaleza de Monreal fue parte del dispositivo que defendía la raya aragonesa frente a sus vecinos musulmanes y castellanos. Desde su torre se domina una amplia visual que incluye los castillos de Cetina, La Raya y Ariza.


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Vista general de la acrópolis de Monreal de Ariza. Licencia de Creative Commons, autoría de Diego Celso


La fortaleza en sí, aunque imponente, es de traza bastante simple: planta más o menos cuadrada con una marcada torre del homenaje pentagonal. Frente al castillo se extiende una liza muy amplia que acabó funcionando como cementerio municipal hasta hace no tantos años; a sus pies, la iglesia románica, de nave única y que, según el decir del algunos, es en su estilo la más meridional del mundo (aunque en Embid de Ariza discuten este extremo). El cerro de la acrópolis estaba rodeado por una muralla de la que se conservan algunos tramos de sillería bastante pintones.


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El castillo y la iglesia, vista del conjunto desde el lado oriental.


El fabuloso conjunto medieval ha permanecido hasta hace pocos años en el más completo de los abandonos. La iglesia, desacralizada, fue objeto de saqueos, buena parte de su bóveda se vino abajo y hasta las tumbas de su interior fueron abiertas por piratas anónimos en busca de Dios sabe qué tesoros. En cuanto al castillo, perdida su función militar, se convirtió en cantera, hasta tal punto que de su traza sólo pervivieron los recios muros de tapial, muy erosionados. En cuanto a la muralla, buena parte voló para construir en su lugar bodegas y corrales.


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El conjunto de castillo, muralla e iglesia vistos desde el pueblo, por su parte norte


El destino de esta joya era la extinción. Piedra a piedra habría sufrido el desgaste del tiempo hasta que no quedara ni rastro de lo que fue un día. Y a nadie parecía importarle mucho. Para hacernos una idea, la acrópolis de Monreal no fue declarada Bien de Interés Cultural, que otorga un grado mínimo de protección, hasta 2016. Ocho años antes ya figuraba en la triste Lista Roja de patrimonio en peligro.


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Vista general de las obras de restauración de la fortaleza


Así llegamos al presente, cuando el empeño particular de una persona, la alcaldesa Ángeles Lozano, se convirtió en la salvación del monumento. Ya desde su acceso al cargo en 2015 dejó claro que uno de sus principales objetivos era recuperar el conjunto, y para ello movió todo lo que hubiera que mover con tal de obtener el dinero que hiciera falta para iniciar las obras de restauración. El primer beneficiado fue el castillo.


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El patio de armas, tras la restauración, visto desde la torre del homenaje. Foto del Instituto del Patrimonio Cultural de España.


El estudio de los arquitectos Sergio Izquierdo y José María Sanz acometió esta obra, muy delicada, que requería intervenir en un edificio hecho de arena y en grave peligro de venirse abajo. El resultado fue espectacular. Utilizando los materiales originales (adobe y sobre todo tapial) llevaron a cabo una rehabilitación ejemplar. No se inventaron nada ni trataron de dar a la fortaleza un esplendor imaginario: consolidaron lo que había y reconstruyeron algunas partes derrumbadas, pero sin falsificaciones. Un ejemplo a seguir, aunque no cunda (ya hablaremos otro día del pobre castillo de Ateca). El resultado en Monreal ha sido fantástico, hasta tal punto que en octubre de 2014 Sanz e Izquierdo recibieron el premio Fernando García Mercadal, concedido por el Colegio de Arquitectos de Aragón, como reconocimiento a su magnífico trabajo.


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Interior de la iglesia románica, despejada de escombros, tras el inicio de las obras de restauración.


Pero el castillo es sólo una parte. La alcaldesa quiso extender el arreglo a la iglesia románica. Y lo consiguió, aunque la cosa va más despacio porque la obra es complicada y encierra muchas complejidades. De momento se ha logrado consolidar el edificio y reparar la cubierta. Con esto ha sido suficiente para que el 25 de marzo de 2023 se reabriera la iglesia al público, por primera vez en muchas décadas, como anuncio de la voluntad de seguir adelante. La ocasión fue memorable: entre andamios, material de obra y escombros, los vecinos del pueblo y muchos visitantes pudieron admirar el interior de este antiguo templo que, poco a poco, irá recuperando su esplendor.


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Vista de la bóveda de la iglesia, con los andamios destinados a su rehabilitación.


Aún es mucho lo que queda por hacer y, sobre todo en la iglesia, es inevitable sentir un apretón en el pecho al contemplar las lápidas arrancadas del suelo, el deterioro de la techumbre y los retablos expoliados. Pero al mismo tiempo es un viento fresco para el ánimo ver cómo, cuando hay empeño, el patrimonio se recupera. Y se recupera bien. ¡Felicitaciones a todos los que lo habéis hecho posible!


(Nota final: las ilustraciones de este artículo proceden del Diario del Alto Jalón, con las excepciones señaladas en los pies de foto. Muchas gracias a todos.)


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La acrópolis de Monreal de Ariza al atardecer. Pintura al temple de José Manuel Lechado.

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