El sol brilló con fuerza y complicidad este sábado en el barranco de la Hoz Seca, donde volvió a vivirse una de las tradiciones más antiguas y emotivas del Valle del Mesa: la romería de Milmarcos y Jaraba al santuario de la Virgen de Jaraba. Una cita marcada por la fe, la convivencia y los lazos históricos entre ambos pueblos.
Desde primeras horas de la mañana, algunos vecinos partieron a pie desde Milmarcos en dirección al santuario, siguiendo una costumbre que se ha mantenido viva a lo largo de generaciones. A mitad de camino, como es tradición, hicieron una parada para reponer fuerzas, antes de adentrarse en el cañón que da acceso al santuario. Los que no caminaron, lo hicieron en coche, llenando todos los lugares de aparcamiento en la zona del cañón.
El momento más esperado de la jornada tuvo lugar a las 12:15, cuando los grupos de ambos municipios se encontraron en procesión, en un punto intermedio del camino, entre estandartes, cruces, música y banderas. Fue un instante lleno de simbolismo y emoción, con un saludo entre autoridades y vecinos que puso en valor la hermandad que une a Milmarcos y Jaraba desde hace siglos.
Tras el emotivo encuentro, el cortejo avanzó hacia la ermita, ubicada en el corazón del desfiladero. El repique de las campanas y los ecos de la música popular acompañaron la entrada de vecinos y visitantes, que participaron en la misa conjunta oficiada por los sacerdotes de ambos pueblos. No faltaron los tradicionales gozos y los gestos de devoción a la Virgen.
Ya por la tarde, la fiesta se trasladó al frontón y al pabellón de Jaraba, donde se celebró una animada comida popular a cargo de un catering. La jornada concluyó con música, baile y un ambiente festivo que reafirma, año tras año, la fuerza de esta tradición.
Un encuentro que, más allá del carácter religioso, es también una celebración de los vínculos que unen a dos pueblos vecinos, y que sigue convocando a generaciones enteras en torno a la memoria, la cultura y la amistad.
JALON
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