LAS LEYES DE MÉNDEZ

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Marcos del jalón


Los guisantes verdes o amarillos, lisos o rugosos. Eso sí que fue un asunto importante de Mendel, el padre, ya bisabuelo, de la genética. 


Pero Méndez es un pariente lejano que sigue otros parámetros muy diferentes a los del monje naturalista austríaco.


Méndez no cree en el principio de uniformidad y que las leyes observen un comportamiento generalizado. Las generaciones no siempre se mejoran ni existe un criterio claro para clasificar fenómenos comunes. Sí que es cierto que las historias se suceden y repiten, a menudo, con una sorprendente frecuencia.


Méndez cree en la lluvia cuando se moja y solo entonces dice que está lloviendo. Incluso a veces le he escuchado decir, “va a seguir lloviendo ahora”. Evidentemente, llueve ahora o no llueve.


En su huerta, como en la de su antepasado Mendel, observa crecer las sandía verdes y rayadas, los melones verdes piel de sapo y los amarillos franceses. Injerta, mezcla semillas y cuanto más colorido es el resultado final, más cobra en el mercado. Susurra a los melones, los riega con agua bendita y maduran frutos arcoíris, que venderá con orgullo durante los actos de las próximas fiestas LGTBIQA+.


Méndez tiene una yegua llamada Platera, que es grande, peluda, dura por dentro y por fuera, se diría de felpa, que no lleva huesos. Sus ojos azabaches brillan al ver al burro del vecino, al vecino, no, al burro, y pasean juntos con las bridas sueltas por el prado y las eras, acariciándose el hocico, bebiendo aguas de tormentas de junio que jalonan su río. Platera le regala florecillas rosas, celestes y gualdas y le llama dulcemente burro. El burro rebuzna porque es un asno de primera generación, muy primario y solo entiende de impulsos naturales. Hasta que Méndez llama a la yegua y el vecino, a su burro. Los cuatro meriendan en El Tejar: naranjas mandarinas, uvas de moscatel, higos morados… Alguna tarde, Méndez se pone amarillo al pensar si no estará malcriando a Platera. El vecino se pone verde porque no entiende de leyes y solo piensa en cruzar a Platera con su burro y tener una mula, que siempre ha sido su auténtica ilusión. Pero las herencias, como las leyes de Méndez, solo sirven para debatir. 

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