Ya lo decía Gabinete Caligari:
¡qué buenos ratos pasamos en los bares!
Viendo el fútbol o con tu amiga la Mari,
¡qué bien sienta la cañita con los calamares!
Y es que en España somos muy de bar,
pa’ comer, beber o liarnos “a cascar”,
siempre somos los primeros en llegar
pero nunca nos queremos marchar.
Y sino, ¡qué se lo digan al camarero!,
que el pobre está allí ganándose el sueldo,
impecable desde el otro lado de la barra,
escuchando mil anécdotas y batallas.
Y es que los bares sirven para todo:
pa’ celebrar alegrías y compartir lloros.
Y es que las penas son menos penas en un bar,
pues tras varios tequilas, ¡de pronto se van!
Y como bien entonaba Manolo García,
en los bares lamentamos la soltería.
Allí nos han dejado clavados y heridos,
llorando delante de un vaso vacío.
Cantaba con brío el gran Julio Iglesias,
"si tengo que olvidar bebo y olvido".
Sin duda los bares son pura anestesia:
te quitan el dolor cuando estás más jodido.
Y da igual que sea un lugar de mala muerte,
pues tú vas a juntarte con los de siempre.
Pa’ alargar hasta las tantas ese vermú
o echar una buena partida de mus.
“No seas rancio y págate esta ronda,
que ya me invitaré yo a la próxima”.
“Venga, la penúltima que mañana madrugo
y no quiero acabar como un besugo”.
Y como decían los hermanos de Estopa,
que también son mucho de irse de copas,
“solo recuerdo que estaba en un bar,
¿porque será?”
Porque los bares son nuestra medicina:
litros de cerveza por las esquinas,
canciones que cantan todas las niñ@s,
una bonita sonrisa, y de repente,
con dos copas de más, ya somos valientes.
JALON
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