EMBID DE ARIZA, VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

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Pero los que bajo nuestros pies servían de peldaños, en las otras paredes convertíanse en estalactitas: la lava, porosa en algunos lugares, presentaba en otros pequeñas ampollas redondas: cristales de cuarzo opaco, ornados de límpidas gotas de vidrio y suspendidos de la bóveda a manera de arañas, parecían encenderse a nuestro paso. Habríase dicho que los genios del abismo iluminaban su palacio para recibir dignamente a sus huéspedes de la tierra.“ Viaje al centro de la Tierra, Julio Verne.

Quién no ha soñado alguna vez en adentrarse en el interior de la Tierra, en esos lugares que pudieron habitar antaño seres humanos, o animales cavernarios, llenas de piedras preciosas. Cuevas, grutas y cavidades eternas,  ocultas y discretas en un territorio del todo mágico y misterioso…,  pues de esas también tiene Embid de Ariza.

Existe casi al final de la subida por el barranco del Castillejo la “cueva del Mediodía”, al sur del gran cerro de la Veleta, algunos la llamamos también la Peña del Mediodía, desconozco en su totalidad el por qué de este nombre, tal vez la peña o la entrada de la cueva se ilumina al medio día, quién sabe. Lo que sí sabemos es que está rodeada de muchas anécdotas, una de ellas nos remonta sobre el año 1960 en el que la cuadrilla de chavales, Francisco, Vicente, Jesús, Liborio y Alberto (*) por lo menos los que sabemos de su memoria, conformaron una expedición en toda regla, equipados por escala de cuerda, linternas y velas como precaución en caso de falta hallar alguna cavidad con ausencia de oxígeno, y sobretodo cargados de mucha ilusión. El Peirón de Santa Bárbara marca el punto del campamento base, recuento del material, alimentos, agua y se lanzan barranco arriba, un angosto camino que comienza suavemente y que poco a poco obliga a utilizar las manos, sobre todo en la última etapa en que por fin, la que permanecía oculta se muestra ante sus ojos como la entrada a un reino desconocido. La luz diurna apenas ilumina unos pocos metros de la entrada, nada cómoda, y se siente un frío que sale del interior. Avanzaron, como unos 12 ó 15 metros hasta donde ya no era posible continuar sin echar mano de la escalera que tan delicadamente habían construido con cuerdas y bastos nudos. Una vez anclada y con cierta seguridad comenzaron a descender uno a uno por lo que creyeron un pozo hasta hacer fondo con sus pies en suelo firme y libre de peligro. Una gran caverna se iluminaba a su alrededor gracias a las lámparas que llevaban, entonces contemplaron restos de huesos, de animales más o menos grandes, de alguno que entró y nunca más encontró la salida. Más adelante ya no podían continuar , una abertura por la que no cabían y que se preguntarían hasta donde hubieran podido llegar de haber podido entrar. Cuenta la anécdota la historia del gato que metieron en la Cueva del Mediodía y que apareció días después por el barranco de Santa Quiteria, aquí lo dejo a la imaginación del lector.


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Entrada a la cueva del Mediodía, Foto: Juan Fco. Mariscal


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Plano de la cueva del Mediodía (1)


Ya no soy partidario de dejar constancia de nuestros logros, pero no cabe duda de que gracias a los dibujos y escritos que  durante la historia se han hecho ahora podemos rehacer la memoria, en cualquier caso, os dejo los más antiguos que existen que a más de uno le hará mucha ilusión:


Día que se entró 8.6.29


Primitivo, Octavio 30 de mayo 1945

José M. 1958

(*) Alberto 21-1-1961

S.B. 4 enero 1964

M.ª Pilar 28.8.1972

Rufino 22-3-80

Víctor y Paco 1983

Juan, Mari Gloria, Tito, Ana, Natalia, Mary, Víctor el 8-9-88


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Foto: Juan Fco. Mariscal


Este grupo de amigos cuenta otra anécdota en una segunda cavidad, la “cueva negra”, llamada así por los restos de hollín que oscurecen la entrada de la cueva típico del fuego a resguardo. Ésta se encuentra en lo alto de una barranquera, cerca del corral de las aliagas, antes de llegar al lavadero, muy cerca del pueblo. La cueva tiene un corto recorrido, de unos 10 metros, aunque no es fácil descender al interior. Aquí nos contaron la vez que vieron una repisa de un color blanco, impropio de este tipo de rocas, y que decidieron arañar y golpear ayudados de una pequeña azada para descubrir que oculto tras un lucido de yeso, puesto ahí apropiadamente, se encontraban utensilios de guerra muy antiguos. Un trabuco, escopetas de cañón largo, como los de las pinturas de Goya, gatillos para detonar con pistones, y más que no recuerdan. Parecía ser un escondite de la guerra de la Independencia, o al menos de aquellos años. Rápidamente lo comunicaron a sus padres y éstos al alcalde que hizo venir a la Guardia Civil, incautando aquel tesoro que nuestros aventureros acababan de encontrar.


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Plano de la cueva Negra (1)


Y la tercera anécdota sitúa a este grupo de amigos en la cueva de Peña Royas, más bien una pequeña cavidad que sirvió de escondite a la cuadrilla de los mayores para esconder un buen grupo de melones que habían cogido sin permiso de tierras de la Casa de la Vega. Imaginen que tesoro más suculento encontraron.

En el barranco de Santa Quiteria, al otro lado de la Peña Picada, existe otra llamada la “cueva del curilla”, de unos 12 metros de recorrido y una altura cercana a los dos metros. Su acceso es sencillo, tan sólo por los casi cuatro metros que hay que escalar para llegar a su entrada. Aquí quiero pensar que algún cura hubiera utilizado para cobijarse, o para ocultarse, o tal vez se tratara del Mosen Esteban Martínez, el cura carlista que fue aprehendido en Embid de Ariza en 1834 (2)

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Interior de la cueva del Curilla


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Plano de la cueva del Curilla


Y que me dicen del “colchón del fraile”, el pobre hombre que tras horas de descenso por el barranco, anocheciendo y visto que no hallaba el pueblo, decidió cobijarse en este hueco sin saber que a pocos metros, a la vuelta de la esquina, se encontraban las primeras casas de Embid.

Y hay muchas cavidades por todo el valle que recorre el Henar por su paso en Embid de Ariza, y que dejan en manos de nuestra imaginación cómo fue todo aquello hace miles de años. Seguro que no saben que hay una pequeñita cueva en El Tormo, en la zona del Azud donde pueden escuchar el mar.

Francisco Hernández Pacheco ya nos lo hacía ver en su “Estudio hidrogeológico de las termas de Alhama de Aragón”, que en una gran parte del municipio de Embid se observaban conductos más o menos irregulares e importantes, canales, que se amoldan también a los planos estratigráficos de las calizas, en la actualidad rellenos de depósitos calizos debido a la deposición natural de la calcita por las aguas que en otros tiempos circularon a lo largo de tales conductos. Un fenómeno que se repetía frecuentemente, dando lugar a un apretado y roto anticlinal, a lo largo del cual siguen una serie de canales laberínticos que han sido igualmente formados por las aguas subterráneas. Este fenómeno se da también en el barranco de Embid en sus estratos verticales, donde pasa una falla de segundo orden y otros canales y conductos semejantes siguen el eje del gran anticlinal del estrecho del río.

Todo esto nos indica lo abundante que han sido, en épocas geológicas muy recientes, las aguas subterráneas y como circularon a lo largo de las grandes fallas, y estos accidentes tectónicos que afectan en particular a los estratos calizos, dando lugar a un sinfín de galerías.

“He aquí la conclusión de un relato que no querrán creer ni aun las personas más acostumbradas a no asustarse de nada. Pero me he puesto en guardia de antemano contra la credulidad de los hombres.” J. Verne.



(1) Cuevas y simas de la provincia de Zaragoza, Centro de Espeleología de Aragón, 2009, Mario Gisbert y Marcos Pastor
(2) Gaceta de Madrid, 16/01/1834 núm. 8 pg. 28
(*) Un especial agradecimiento a Alberto Martínez por regalarnos estas maravillosas anécdotas.


Jorge Mariscal. Asociación Histórico Cultural de Embid de Ariza


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