¿LA CULPA LA TIENE EL TIEMPO?

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Ya es tiempo de verano, de calor, de descanso, de vacaciones…

Pero, ¿has notado si afecta de alguna forma a tu estado de ánimo?

Seguro que sí. Está claro que el verano trae consigo cambios en nuestra rutina, tenemos más horas de luz y temperaturas más altas. Todo repercute en algunos aspectos de forma positiva y en otros de forma negativa: nos notamos más cansados y más irritables.

Si además lo unimos a que pasamos más horas conviviendo con la familia y amigos, puede resultar un cóctel explosivo si no le prestamos la atención que requiere.

No olvidemos que estamos “bañados” continuamente por la atmósfera y que cualquier cambio que se produzca en ella nos afecta directamente. Vamos a ver los aspectos más importantes: La temperatura y los cambios estacionales (con sus variaciones de horas de luz y oscuridad):

Cómo nos afectan las temperaturas altas.

- Nuestro organismo necesita que la temperatura sea más baja de 34 o 35 grados, ya que si sube de esos valores es como si nos produjera una “fiebre inducida”, el cuerpo se ve obligado a hacer un esfuerzo extra por mantener la temperatura óptima y acaba agotándose. Por eso nos sentimos más cansados (éste es el motivo por el que las alertas por altas temperaturas altas se activan a partir de los 35 o 36 grados). Y si por la noche la temperatura no baja de los 21 grados nos cuesta conciliar el sueño y se suma el cansancio.

- Además, ya hay suficientes investigaciones que demuestran que las altas temperaturas nos agobian e irritan hasta el punto de estar “insoportables”. Y cuando se unen las altas temperaturas y con viento seco se produce el llamado “Efecto Foehn” que puede aumentar mucho la agresividad (en países como Canadá, Austria, Alemania y algunas zonas de Argentina lo tienen regulado en su código civil y en caso de cometerse un delito en una época concreta del año y estando bajo los efectos de este tipo de viento, seco y cálido, sirve como atenuante).

Cómo nos afectan los cambios estacionales

- Muchos investigadores ya hablan de un “Trastorno Afectivo Estacional”. Se trata de en un cuadro depresivo relacionado con los cambios de estaciones. Se acusa más en otoño y en invierno (aunque también se produce en primavera y en verano) por la variación de las horas de luz y, en consecuencia, la variación de los niveles de la melatonina y la serotonina (que nos ayudan a regular los siclos de sueño, el estado de ánimo y el nivel de activación).

Entonces, ¿la culpa la tiene el tiempo? Si, pero tu responsabilidad es gestionarlo para que no lo “pagues” con tus seres queridos. A lo largo de esta temporada hemos ido facilitando herramientas para que lo consigas. ¡Ánimo!


Tú decides: Este verano ¿prefieres que te quieran o que te aguanten?


Me despido hasta septiembre, cuando nos ocuparemos de lleno de la “depresión postvacacional”.

Hasta entonces ¡Feliz verano!



Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

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