¿ERES FUERTE O TAN SOLO LO APARENTAS?

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No es fácil responder a esta pregunta... Primero cabe reflexionar sobre ¿qué significa para nosotros ser fuerte? Porque, éste es un concepto que la sociedad, generación tras generación, ha ido confundiendo…


Seguro que todos tenemos ejemplos de personas que son consideradas “fuertes a nivel emocional”. Pero, ¿crees que es más fuerte aquel que muestra sus emociones o el que no las muestra? ¿El que actúa con dureza o el que es más flexible? ¿El que no reconoce sus errores o el que los reconoce? ¿El que no se permite a sí mismo equivocarse, y ni mucho menos que los demás lo perciban, o el que aprende de cada error con humildad? ¿Es más fuerte el agua o una roca?


Cuantas veces no hemos oído comentarios tipo “Si cedes, te comen” o “Qué fortaleza ha mostrado en el entierro de su padre, no ha llorado”. Muestras de un concepto de fortaleza totalmente equivocado…


La fortaleza emocional significa todo lo contrario, ya que hay que ser muy fuerte para reconocer nuestras emociones, los errores, para pedir disculpas cuando es necesario, para identificar nuestras áreas de mejora, para pedir ayuda…


Ser emocionalmente fuerte significa aceptar que el sufrimiento forma parte de la vida y que podemos expresarlo, sin sentirnos en la obligación de disimularlo para que no afecte a los demás o a nuestra imagen.


Este concepto es muy importante porque “hacernos los fuertes” tiene un coste muy caro: En el fondo, nos estamos traicionando a nosotros mismos. Estamos mirando hacia otro lado, sin atender al origen del malestar y sin pedir ayuda… Y dando prioridad a las necesidades de los demás o a cumplir con lo que creemos que esperan de nosotros. Contradictoriamente, todo esto es lo que realmente nos hace débiles, porque estamos separando lo que necesitamos y somos, de lo que mostramos ante los demás.


¿Dónde está la clave entonces? En la buena gestión emocional. En la capacidad de identificar nuestras emociones, no negarlas, para buscar soluciones o tomar las decisiones necesarias.

Porque el problema está en que confundimos la gestión de las emociones con la represión o negación de las mismas.


Entonces, ¿dónde está la solución?


En conocernos lo mejor posible a nosotros mismos y cuidar nuestra autoestima. (Leer el artículo “Autoestima: el sistema inmunológico emocional”).

En identificar y aceptar nuestros potenciales, sintiéndonos orgullosos de ellos.

En identificar y aceptar nuestras áreas de mejora, poniéndonos a trabajar en ellas.

En aprender a identificar y a gestionar nuestras emociones, en lugar de hacer como si no nos afectase nada.


Para conseguirlo es imprescindible dedicarnos el tiempo necesario para conectar con nosotros mismos. Y aunque la vida que llevamos no nos lo ponga fácil, ¡te aseguro que el esfuerzo valdrá la pena!




Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

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