¿Has sentido alguna vez que la vida pasa demasiado rápido y que no te da tiempo a hacer todo lo que deseas? ¿Qué todos se te adelantan?
¿Oyes a menudo como tu voz interior te dice: ¡Date prisa! ¡Así no vas a conseguir nada!¡Se te van a adelantar! ¡El que da primero da dos veces! ¡Hay que hacer las cosas rápido!?
Si has respondido con un “si” a estas preguntas, presta mucha atención, porque seguramente estás identificando una de tus fuentes principales de estrés: El impulsor “Date prisa”.
Se trata de ese impulso interno que todos tenemos para sentirnos bien con nosotros mismos: La necesidad de percibir que hemos aprovechado el tiempo, que nos ha cundido el día o la vida…
Pero si lo gestionamos mal nos lleva a querer hacer demasiadas cosas, incluso aunque no disfrutemos de ellas, a no estar en el presente, a estar pensando en la tarea siguiente, etc. Cuando esto ocurre es que este impulsor está demasiado elevado y, de manera inconsciente estamos dando más valor a la cantidad que a la calidad.
Entonces tu mente te dice “¡no descanses, no vivas!” y nos vemos atrapados en un torbellino de actividades y con un temor continuo a perder oportunidades, a no tener tiempo suficiente para terminar las tareas y a cometer errores que nos llevan a sentirnos todavía peor…
Ya nos lo decían nuestras abuelas “El que mucho abarca, poco aprieta” …
En cambio, hay otras personas que se aplican esta frase al pie de la letra y se toman su tiempo para todo... Si los del impulsor alto son “los nerviosos”, estos son “los tranquilos”. Ellos van despacito, despacito. Con la idea bien clara de que “el que va deprisa, es el que tropieza” ... Un síntoma muy claro de que este impulsor está algo “bajito”. Y obviamente lleva a irritar notablemente a cualquiera que esté a su lado, pero especialmente al que va todo el día deprisa, deprisa…
Desde luego, el bienestar emocional y el desarrollo personal, lo encontraremos en el punto intermedio.
Pero, ¿Cómo conseguirlo? La clave está en concentrarnos en la relación “cantidad - calidad”.
Si tu impulsor está alto (eres de “los nerviosos”), define claramente cuál es tu mínimo de calidad con la que quieres hacer las cosas y un mínimo de disfrute de las mismas que te vas a permitir. Y decídelo conscientemente: Prioriza y tómate el tiempo necesario para ese objetivo.
Si tu impulsor está bajo (eres de “los tranquilos”), define bien tus objetivos, analiza realmente qué es lo que te motiva (revisa si te motiva realmente aquello que estás haciendo y toma decisiones si es necesario) y planifica tu día a día: márcate objetivos a diario para “no dormirte en los laureles” y procura ir sin prisa, ¡pero sin pausa!
Ya lo decía J. Manuel Opi Lecina, “¿Qué viento dirige mi vida que me arrastra a la deriva?”
¿Has identificado ya cual es el viento que tienes que aprender a gestionar para que no te lleve a la deriva?
Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.
JALON
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