LOS 3.000 LLAVEROS DE PEDRO SÁNCHEZ EN IBDES

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Los jueves, por la carretera que conecta Alhama de Aragón con La Tranquera, es habitual adelantar a un coche 'sin carnet' que hace un viaje de ida y vuelta entre Ibdes y Alhama, nieve, truene, granice o llueva. La compra semanal, el médico, la gestión del banco... las hacen con una sonrisa como principal prenda y su especial sentido del humor, lo que provoca que todos en esta zona de la vertiente zaragozana del Alto Jalón sepan de quiénes estamos hablando, aunque quizá no les hayan llegado todavía a conocer.


Pedro Sánchez y su mujer, Carmen, viajan de un lado a otro de la comarca en su utilitario de 49 centímetros cúbicos. Sí, lo que acaban de leer... Pero no, no es el presidente del Gobierno de España, aunque si lo llegase a ser, quizá muchas cosas cambiarían para bien tal y como ven el mundo estos casi octogenarios vecinos de Ibdes. Desde su casa-cueva en la montaña ibdense, hacen del lema "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita", su forma de vida.


Y es que por tener, solo tienen lo que necesitan. Vendieron un piso en Zaragoza para comprar una cuevecita en Ibdes en el año 1984. "Cuando compramos la cueva, tenía ya la luz, pero no tenía agua corriente" nos cuenta Pedro insistiendo en que "no cambio la vida aquí en mi cueva de Ibdes por nada". El alcalde ibdense de etonces, Carmelo Delgado, prometió a Pedro el agua corriente, "y así fue", nos cuenta mientras nos enseñan el "fresquito que hace aquí dentro, que dormimos todo el año con manta", explica Carmen mientras Pedro nos insiste en enseñarnos todas las estancias. "No tiene baño", nos intenta engañar. De hecho, es lo último que nos enseña de una cueva en la que "no nos falta de nada", explica Pedro orgulloso.


Allí, en su cueva, desde donde se ven todavía en las bodegas de Ibdes las consecuencias del incendio que se produjo hace un par de semanas mientras los chavales arreglaban las peñas para las fiestas, Pedro Sánchez guarda un tesoro en un pequeño garaje. Mientras nos abre la puerta, nos advierte, "aquí no viene nadie sin traerme un llavero de regalo". Se nos ha olvidado el nuestro, pero aún así, nos enseña sin regañarnos su colección impresionante. Cerca de 3.000 llaveros guarda aquí Pedro, "todos ellos regalados", nos dice mientras reconoce que "he perdido ya la cuenta de los que tengo".


Cerca de cumplir 80 años, lo hará el proximo diciembre, Pedro lleva los últimos 60 coleccionando llaveros. "Empecé cuando volví de la mili. En Zaragoza mi mujer me decía que no los pusiera en el salón", nos cuenta entre risas mientras Carmen sentencia, también en tono jocoso pero algo más seria: "Cuando se muera, los meto en la caja con él". Tanto tiempo hace ya, que del primer llavero no tiene recuerdo. Incluso podría ser que no estuviera ya con él, pues parece habitual que cuando alguien viene con un llavero, él regale dos o tres. "Llévate también el de la muñeca", le dice a mi hija de seis años, Mara, quien lleva ya en la mano desde hace un rato otro llavero regalado por Pedro.


De lo que sí se acuerda es del último que incorporó a la colección, que "me lo trajeron de Nueva York", el cual nos saca mientras también nos enseña, como un tesoro tan grande como el de la metrópolis americana, uno de Ibdes, su pueblo 'adoptivo'. "Soy de Linares del Arroyo, en Segovia, un pueblo que ya no existe porque hicieron un pantano", nos cuenta Pedro mientras, entre sus 3.000 llaveros, nos señala que "mi favorito es de mi mejor amigo, el que no me abandona, el Corazón de Jesús". De él recuerda que "me lo regaló Ramón, un amigo de cuando trabajaba en Zaragoza" y lo valora por la imagen que representa aunque reconoce que "no voy a misa, pero el Corazón de Jesús nunca me abandona". 


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Trasteando entre tantos y tantos llaveros, sigue con sus bromas. "Mira, ¿has visto a Pedro Sánchez con un llavero del PP?", nos dice agarrando un llavero del partido de la gaviota. Y con esto, Pedro es feliz, y también lo es Carmen a pesar de que le quiera meter con los llaveros en una caja de pino. Se les puede ver a ambos a menudo los jueves por Alhama de Aragón, o los sábados en Los Cañizos "asando un poco de carne y acompañándola con un buen porrón, que es lo que más le gusta a Ángel", nos cuenta refiriéndose a "un gran amigo" suyo, el 'culpable' de que podamos contar esta historia entrañable. En su camino, se encuentran con "muchos amigos que vienen a ver la colección" y nos concede la primicia para que podamos contarlo. "La periodista del pueblo, Alejandra Esteban, me ha dicho muchas veces de sacarlo en El Heraldo", nos cuenta mientras nos sentimos halagados por su compañía, tanto como por poder ser los primeros en enseñarlo.

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