UN AÑO DE ESPÍRITU ALTO JALÓN POR UCRANIA: LO QUE NO TE HABÍAMOS CONTADO

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Ucrania


Hace exactamente un año a estas horas, estaba con todos los músculos de mi cuerpo en tensión cogiendo una salida de la autovía para cederle el volante a Fran y cruzar el área metropolitana de Barcelona. Conducir no es una de mis pasiones, y el ajetreo de coches de las grandes junglas me ataca. Hoy hace un año en que el Espíritu del Alto Jalón emprendió su viaje a Polonia con el lema 'Espíritu Alto Jalón por Ucrania', ese viaje en el que todas y todos os volcasteis y que conseguimos llevar a cabo con un resultado final más que gratificante.


Recuerdo la semana anterior frenética, preparando y cuadrando todo para el viaje y sobre todo para disponerlo todo y poder acoger a una familia en Alhama de Aragón a la vuelta. Justo el día de antes fue un no parar, de pueblo en pueblo, recogiendo todas vuestras donaciones... Los móviles no dejaban de sonar, el BIZUM bloqueado... en fin, una locura. Llegó el momento de cargar la furgoneta, clasificando y empaquetando todo lo que había para facilitar el reparto una vez estuviésemos allí, pues no sabíamos muy bien lo que íbamos a encontrar por el camino. Por fin, las hora invertidas en jugar al tetris de pequeños dieron sus frutos. Una furgo que nos prestaron en la Residencia Peña Rubia de Arcos en la que no cabía ni un alfiler, llena de buena voluntad y generosidad.





¡Furgo cargada! ya de noche, nos despedimos de mi familia. Presión en el pecho y lagrimones de cocodrilo de pura emoción y nerviosismo. Hasta ese momento en el que salimos de casa de mis padres y nos despedimos, no había sentido ese nudo en el estómago de puro nerviosismo e incertidumbre. Llegamos a Arcos y misma operación con los padres de Fran: Cena, abrazos y palabras de ánimo y cariño antes de marchar a "dormir". Lo entrecomillo, porque fue difícil dormir esa noche. Me pegué dos horas en el baño con una infección de orina que me quería morir, llorando, pensando que íbamos a tener que aplazar la salida. Porque así, no me podía ir a ningún sitio. Pero no entraba en los planes salir un día mas tarde. Al fin, el antibiótico hizo su efecto pero los nervios y la emoción que teníamos dentro no nos dejaban dormir. Estábamos con la adrenalina a tope. No podíamos parar de hablar y de pensar en como iba a ser el viaje. Aunque tarde, al final caímos rendidos.


Llegó el momento de salir. Fran tenía que hacer el periódico, por lo tanto, le tocó a la menda conducir. Recuerdo un viento impresionante. La furgo, cargada con cerca de 1.000 kg, se iba para todos sitios no siguiendo exactamente al volante... Nunca había experimentado esa sensación de casi no ser capaz de controlar el coche. Iba ACOJONADA, más tiesa que una lechuga. Yo creo que se me escapó hasta alguna lagrimilla...


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El viaje fue agotador. Después de tres días sin parar de conducir, la espalda y el culo se nos querían caer a cachos. La primera noche en Lyon fue más mal que bien. Cena encima de la cama de ensalada prefabricada y de nuevo pocas horas de sueño... Salimos de la habitación sobre las 5.00 de la mañana, por que no había forma de dormir. Lingotazo de café y nueva marcha. 


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Está claro que no fue un viaje de placer ni mucho menos, pero dentro de nuestras posibilidades intentamos disfrutar de la experiencia de cruzar fronteras, países y paisajes que íbamos dejando atrás. Desde España no paraban de llegarnos mensajes de ánimo y queriendo saber como íbamos y como estábamos, por eso decidimos hacer el seguimiento del viaje por las redes. No nos daba la vida para contestar a todos los mensajes y nos pareció la mejor forma de comunicarnos con todos a la vez. Creédme cuando os digo que saber que os teníamos con nosotros, nos daba mucha fuerza y momenticos de risas. Al menos así fue en el viaje de ida, haciendo las historias de Instagram cada vez que cruzábamos una frontera, con el diccionario de idiomas de Fran, periodista y payasete por naturaleza. 


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Este "buen humor" cambió según entrabamos en Medika, ciudad fronteriza entre Polonia y Ucrania donde estuvimos poniendo el granito de arena de todo el Alto Jalón. Caravanas de coches, furgos y camiones de diferentes países con el mismo objetivo que el nuestro, ayudar. Recuerdo que ya era de noche cuando entrábamos con nuestra furgo en el pueblo. Las lagrimas inundaban mis ojos, tanto que me comí un bordillo al parar para que Fran se pusiera al volante ¡y eso que soy buena conductora!. Eran lagrimas de pura emoción, de ver a toda esa gente que al igual que nosotros, habían aparcado por un tiempo sus vidas para emprender un viaje y sacar su lado más humano. 





Un buen abrazo de Fran hizo que me recompusiera un poco y continuamos. Nos quedaban pocos minutos para llegar a nuestro destino, no teníamos donde dormir y nuestro contacto no estaba allí. No había alojamiento por la zona y empezamos a preparar la furgo para dormir allí. Además, no nos quedaba tupper de la mama y estaba todo cerrado... Pero como ya viene siendo habitual en nuestra vida, los astros se alinearon. 





Encontramos un alojamiento muy cerca del Centro de Recepción de Refugiados, que fue nuestro centro de operaciones los días que estuvimos allí, y aparecieron unos putos locos italianos que nos montaron en sus furgos y nos llevaron a cenar. Era la segunda vez que estaban allí y ya sabían donde poder ir a cenar a esas horas. Eso sí, no nos dejaron pedir pizza para cenar. "La pizza solo se come en Italia", nos decían. Lo de putos locos lo digo con todo el amor del mundo. Fue genial encontrarnos con ellos porque nos pusieron bastante al día, aunque era imposible saber qué iba a pasar en los próximos días, puesto que la situación cambiaba a la velocidad de un halcón.


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Me encantaría poder contaros todo lo que vivimos allí. Las mil y una aventuras que pasamos, que nos llevaron a sentir emociones tan potentes que cuando lo recordamos somos capaces de volver a experimentarlas. Miedo, frustración, enfado, incertidumbre, rabia, desconfianza... eran sensaciones y sentimientos más negativos que positivos. De hecho, tanto para Fran como para mí, ha sido costoso acabar viendo lo positivo de este viaje.


El momento en el que tiramos detrás del coche de unos españoles que conocimos dos segundos en el centro y nos vimos por un momento recogiendo a un militar y metiéndole en plena zona de guerra como si de una película americana se tratase... En el Centro de Refugiados no había manera de ayudar y estos españoles que conocimos, nos dijeron que les acompañásemos, que donde iban hacían falta voluntarios... ¿Dónde iban? Nos daba igual, ni lo preguntamos. En el centro todas la manos sobraban, allí solo querían el dinerito que llevábamos, ordenadores e impresoras, que por supuesto nos negamos a darles, ya que vosotros y vosotras nos lo habíais confiado a nosotros y queríamos asegurarnos de que ese dinero iba a ser invertido en lo que realmente le hacia falta al pueblo ucraniano. Y así lo hicimos... 





Bueno que me voy del tema... Salimos detrás de los españoles, que llevaban un BMW a toda pastilla por la autopista en dirección a Ucrania, en nuestra furgo Dacia de Peña Rubia que iba como un disparo (alguna multa llegó), sin saber bien donde íbamos, y cada vez más cerca de la frontera con Ucrania. Señales anunciando que nos dirigíamos hacia la guerra por todos lados... Conducía Fran, íbamos los dos callados, raro en nosotros, pero no nos salia ni media palabra, hasta que nos miramos y fue como "¿dónde coño vamos?". Un poco de miedo comenzaba a aflorar dentro de nosotros cuando de pronto vemos a los que íbamos siguiendo poner las luces de emergencia y parar en mitad de la autopista desierta a la guerra... ¡a hablar con un militar que iba caminando hacia Ucrania!.


Ahí, en mitad de la vía, con nosotros parados detrás, sin saber ni donde estábamos, y con el cerebro que no nos daba para pensar en nada; me bajé del coche, abrí el maletero y metí la mochila militar del chico que estaba haciendo autostop: un nórdico con buena barba vikinga y atuendo militar imponente. Como os digo, riego sanguíneo al cerebro era nulo. Solo actuábamos. El chico se monta atrás y no sabíamos que estábamos haciendo, ni que cojones estaba pasando. Fran solo hacía que mirarle por el retrovisor. De nuevo el miedo nos empezó a invadir, esta vez mas a Fran que a mí. 


Su imaginación empezó a fluir. Llevábamos a un militar en el coche, a escasos kilómetros de la frontera con un país en guerra, sin saber nuestro destino y la cabecita de el periodista del Alto Jalón empezó a ponerse en marcha. Por el retrovisor vio que el tío estaba trasteando algo con las manos y escucho un 'clack' metálico. Yo no me enteré de nada, ya os digo que era incapaz de pensar, pero Fran pensó que era nuestro último día en la tierra y que el militar nos iba a sacar una pipa jajaja. Ahora nos reímos, pero en ese momento no nos hacia gracia ninguna. Fran comenzó a preguntarle en inglés su procedencia y su motivación para entrar a Ucrania, y entonces para nuestra tranquilidad, nos contó que era paramédico y el clack que había sonado era por que estaba sacando una batería externa del móvil. Uff... menos mal, ¡seguimos vivos!.


A partir de ese momento comenzó la película, como si hasta ahora hubiera sido alguna cosa "normal". Llegamos a un Motel convertido en base de entrada a Ucrania de mercenarios de todos los países. Encuentros clandestinos con nuestro "amigo" ucraniano, al que le llevábamos diariamente lo que nos pedía, desde medicamentos hasta goteros, para pasarlo a donde más falta hacía. Y emprendíamos nuestra misión de ayuda humanitarianos siempre con mil ojos y sospechando de todo el mundo, pues nos decían que tuviésemos mucho cuidado porque había espías rusos. ¿Es o no de película? Menos mal que vivimos esto acompañados de un grupito de españoles...





En una de estas, ya estando Fran y yo solos, llegamos al Motel para seguir ayudando a nuestro contacto ucraniano. Si no recuerdo mal creo que era la última entrega que le hacíamos. Nada más llegar, vimos a un grupo de militares americanos, como los Marines de las series, que esperaban a ser recogidos para entrar a la guerra en un camión clandestino, de estos que llevan un armazón y unas lonas para esconder la carga. Igual, igual, igual que en las películas. A mí personalmente se me volvió a apretar el culo. Ese día había mucho movimiento. Fran entonces se baja de la furgo y veo que se dirige directamente hacia un pedazo de negraco, con su uniforme militar que parecía M.A. el del Equipo A. El tío iba con un maletín en la mano que le entrega a Fran, y como no nos regaba bien el tiesto, Fran lo coge. Yo desde el coche flipando. Diciendo para mis adentros "pero que coño hace este tío cogiendo un maletín de unos militares americanos que van a la puta guerra". De nuevo la imaginación se activa. Mi primer pensamiento, "UNA BOMBA!!".


Llega Fran al coche y lo primero que hago es ponerlo un poquillo verde. "Tío que coño haces, ¿estás loco? A lo que el me dice, "¿tú has visto el pedazo de tío que era? como para decirle que no, me ha dicho que es un souvenir". Nos miramos y los dos pensamos lo mismo "ABRELO!!". Uff.. volvimos a respirar. Solo era el maletín vacío de lo que parecía una mira telescópica. Dentro, un espray anti-bao y una tarjeta SIM. Fran se va entonces a por un par de cafés al bar del Motel y yo me quedo en el coche. De nuevo la mente empieza a maquinar especulaciones y puras fantasías. "¿Una SIM?, que mal rollo"... Sí muchas pelis de acción vistas pero "¿a ver si el maletín lleva algo y lo localizan a través de la tarjeta? yo que se"... La mente funcionaba sin ninguna razón. Me daba vergüenza decírselo a Fran, por que me iba a decir peliculera, pero cuando llegó al coche con los cafés, lo primero que hizo fue abrir el maletín y tirar la SIM. Nos habíamos montado la misma película, nos miramos y rompimos a reír. ¿Sabéis esa sensación de no saber si reír o llorar? Pues fue bastante habitual en este viaje.





Hicimos la última entrega al ucraniano, nos despedimos de él y marchamos a unos de los centros para intentar ayudar a tres personas a venirse a España a empezar una nueva vida. Por tercera vez nos confundimos y nos metíamos a Ucrania. Solo señales de guerra, guerra, y ningún sitio donde dar la vuelta. Un control policial y militar de tres pares de cojones ya en la entrada a Ucrania tenía parado el poco tráfico que había. Varios vehículos y camiones, y entre uno ellos el cargado de militares americanos que acababan de salir del Motel pocos minutos antes que nosotros. De nuevo los cojones de corbata. No sabíamos que hacer y con el puto maletín del militar en el coche. La actividad cerebral volvió a comenzar con un nuevo capitulo de la película. "Nos llevan presos", pensamos, "¡¡que llevamos un maletín de un arma!!" jajaja. En fin, nos comunicamos como buenamente pudimos con uno de los policías, y en dirección contraria por la autovía, como putos kamicaces, dimos la vuelta y nos marchamos.


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Es muy difícil resumir el viaje. Hay muchas anécdotas que ahora ya podemos recordar con una sonrisa y que me encantaría contaros. La del Doctor Luis es de película también. Tal vez me anime a contárosla otro día... Pero hay otras situaciones que jamás seremos capaces de recordar sin angustia. Creo que hablo en nombre de los dos cuando digo que allí nos hicieron pasar la peor noche de nuestras vidas... eso es algo que seguramente quede siempre para nosotros.


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El final de esta aventura yo creo que todos los sabéis. Superamos con creces nuestro objetivo y, lejos de ayudar a tres personas a salir de allí, fueron muchas más, no solo las que han llegado al Alto Jalón. Algunas que se quedaron por el camino en otros países, y otras fueron a otras comunidades españolas con familiares y amigos. Aún con zancadillas y críticas varias por aquellas y aquellos que practican el deporte nacional de la queja constante,  entre todos y todas, altojaloneras, murcianos, valencianos, ucranianos... conseguimos cumplir con el objetivo, y ahora con distancia, es cuando lo recordamos y nos sentimos orgullosos de nosotros, de nuestra tierra y de la buenas personas que hay en el mundo.


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Ha sido largo el proceso hasta alcanzar este sentimiento, porque como os comentaba antes, los sentimiento y emociones eran más bien negativos, pero el tiempo ha hecho que ahora ya sí lo veamos cómo una experiencia positiva y nos sintamos bien. No tenemos palabras suficientes de agradecimiento a todas la personas que de una forma u otra se involucraron en esta locura y la hicieron posible. Todo comenzo hace hoy, exactamente un año.

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