​LA IGLESIA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL DE BUBIERCA

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Jose Manuel Lechado


Una cosa son las “piedras rotas”, que siempre se pueden salvar, y otra es arrasar y no dejar un pedrusco encima de otro. Por eso, si viajas a Bubierca para visitar la iglesia mudéjar dedicada a San Miguel Arcángel, no la vas a encontrar. De destrucción de patrimonio en España se puede hablar durante horas. Y en el Alto Jalón, por desgracia, se podrían citar varios ejemplos. El artículo de hoy va dedicado a recordar uno de los más lamentables, esta hermosa iglesia que fue demolida en 1964 con nula justificación.


A ver, en aquellos años, por suerte cada vez más lejanos, España era un país del Tercer Mundo y el respeto a la cultura y el patrimonio pues… ¿qué te voy a contar? No importaba nada. Nuestro país arrastra una tradición muy asentada de saqueo e incluso destrucción gratuita del tesoro histórico.


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Detalle de la torre-campanario. Imagen obtenida de Alto Jalón, “De torres similares, moriscos y destrucción del patrimonio”, artículo de Jorge Antón Bendicho. 


Durante la invasión francesa las tropas de Napoleón robaron a mansalva; y lo que no se podían llevar, lo incendiaban o volaban. Nuestros “aliados” ingleses, por cierto, más o menos lo mismo.


Piensa en esto cada vez que te topes con un castillo reducido a escombros. Pero por si los “visitantes” europeos no bastaran, vino luego el liberalismo con sus desamortizaciones a dar la puntilla a lo que se había salvado de la Guerra de Independencia o de las carlistas.


Conflictos bélicos y negocietes con marchamo de la autoridad aparte, durante el siglo XIX y la primera mitad del XX fueron innumerables los casos de abandono de monumentos, cuando no de expolio manifiesto. Cualquier resto arqueológico o histórico era negociable: la Dama de Elche, las pinturas murales de la ermita soriana de San Baudelio de Berlanga o el patio renacentista del castillo de Vélez Blanco, por ejemplo. Sin embargo, cabría pensar que en 1964 ya existía una conciencia del valor del patrimonio, ¿no? En ese momento la dictadura se afanaba por convertir España, a toda prisa, en un destino turístico mundial, y para eso las piedras viejas constituyen un buen reclamo, ¿verdad? Pues depende. Desde luego parece claro que en los planes franquistas para el desarrollo del turismo no figuraba Bubierca.


Pero… ¿tan importante era esta iglesia? Pues la verdad es que sí. San Miguel Arcángel podía ser un templo pequeño de un pueblo perdido entre los montes del Jalón, pero también se trataba de un ejemplar extraordinario del mudéjar aragonés, con todos sus elementos distintivos, lo que se dice un caso de manual: planta rectangular de una sola nave con contrafuertes laterales que albergaban, entre los espacios vacíos, un total de seis capillas (otros dos huecos se reservaron para el acceso principal y el caño de las escaleras de la torre); ábside poligonal de cinco lados; cubiertas de bóveda de crucería (dos para los dos tramos de la nave y otra para el ábside); pinturas murales con decoración geométrica, vegetal y heráldica, buena parte de las cuales se habían conservado (las de las nervaduras y las situadas tras el altar mayor) ocultas bajo un enyesado tardío.


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Planta de la iglesia según dibujo de Pedro Navascués Palacio. Obtenida de su artículo “La iglesia de San Miguel de Bubierca”, publicado en la revista Al-Ándalus en 1966.


El elemento más significativo era, por supuesto, su esbelta torre de unos treinta metros de altura, decorada con dos niveles de arcos (los de abajo ciegos) y varios frisos de ladrillo “trenzado”. Estos frisos continuaban por la fachada, interrumpidos sólo en la zona de la portada principal, un pegote de aspecto gótico añadido mucho tiempo después (sustituyendo la puerta original). Otro detalle llamativo y también posterior era el recio contrafuerte en el que se apoyaba la torre-campanario. Llamativo y también elocuente, pues dice mucho de las causas que llevaron a este notable edificio a su destrucción.


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Otra vista de la torre tal como se mostraba en una antigua postal.


Vamos a ver esto. Digamos que los moriscos que levantaron el templo cometieron un error al elegir el solar. El que conoce Bubierca sabe que no hay demasiado espacio en ese valle estrecho y de laderas empinadas pero, en fin, tendrían que haber estudiado un poco mejor el terreno antes de echarse a poner ladrillos. Y es que resulta que la iglesia se construyó sobre un suelo bastante inestable. Peor aún: sobre una parte inestable y otra más firme, circunstancia que se manifestó enseguida y dio problemas casi desde el principio. El más importante: que la torre empezó a inclinarse de manera preocupante. Algo bastante común, por otra parte, a orillas de nuestro querido río Jalón, con su subsuelo repleto de arcillas expansivas. Si alguien no se lo cree, puede darse una vuelta por Ateca o Calatayud y echar un vistazo a las torres de las iglesias. No hay una derecha.


Los alarifes mudéjares de Bubierca afrontaron el problema levantando el dicho contrafuerte, lo que alivió la situación… de momento. De momento, porque pronto se vio que habían cometido otro error: plantar la iglesia en medio del cauce de un barranco, con lo que la construcción actuaba como si fuera una presa. En el Alto Jalón, ya lo sabemos, los barrancos tienen mucha fuerza y muy mala leche. En resumen, el agua desbocada a lo largo de siglos fue minando los de por sí deficientes cimientos de San Miguel.


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Vista de la fachada principal. Fotografía obtenida del Portal Turismo de la Comunidad de Calatayud, artículo dedicado a Bubierca en: https://comarcacalatayud.com/project/bubierca/


Y de remate la carretera nacional, la antigua N-II, que pasaba justo por delante de la puerta (antes de ser sustituida por la autovía actual, que sigue otro trazado) y cuyas sucesivas ampliaciones comprometieron aún más la pobre estabilidad del conjunto. Así, a principios de la década de 1960 el estado de la iglesia se había vuelto, por así decirlo, peligroso. Se llevaron a cabo algunos estudios y se hicieron propuestas para la rehabilitación del templo que incluían la opción más lógica: recalzar los cimientos. Pero, claro, hablamos de una época de miseria nacional en un país gobernado por incompetentes. El resultado: en 1964 se ordenó la demolición de la iglesia mudéjar, sin contemplaciones.


Con esta destrucción se perdió una pieza muy valiosa del tesoro mudéjar aragonés. Y recordemos que el mudéjar es, entre otras cosas, el único estilo artístico genuinamente español. Pero no nos lamentemos tanto: a fin de cuentas se construyó, casi de inmediato, una iglesia nueva, ¿no es cierto? Pues sí: un bodrio arquitectónico que no vale un duro ni lo valdrá nunca y que afea de manera considerable la bonita estampa de Bubierca. Alrededor de este caso de arquitectura mediocre perviven la parte baja de los muros de la iglesia antigua. También, como un testigo sorprendido y furioso frente a la desidia de los que debían haber velado por la conservación del patrimonio, permanece en pie el elevado contrafuerte que, en su día, sostuvo esa esbelta torre a la que ahora parece echar de menos. Como todos la echamos de menos.


Por ir terminando, que nadie piense que estas destrucciones son cosa del pasado. Veremos, en próximos artículos, cómo este tipo de barbaridades se han seguido produciendo hasta ahora mismo. Y sin salir de nuestro valle.

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