Cada año, el Alto Jalón se llena de sabor y tradición con el Jueves Lardero, la última gran comida antes de la Cuaresma. Es un día en el que la comunidad se reúne para disfrutar de un auténtico banquete que rinde homenaje a las raíces de nuestra gastronomía.
En el centro de la celebración está el mollete, ese pan redondo y casero, elaborado con esmero por nuestras panaderías locales y reservado exclusivamente para este día. El mollete se rellena con una tortilla —ya sea a la española o a la francesa, según la tradición familiar— y se acompaña de chorizo, lomo y especialmente en la zona aragonesa, de una abundante longaniza, como las que elaboran de forma artesanal en Carnicería Carmelín de Ateca o Gonzalez Romero de Ariza, que se ha convertido en la estrella indiscutible conforme bajas el Jalón y te acercas a la vertiente zaragozana.
Esta festividad tiene orígenes muy antiguos. Con orígenes probablemente que puedan llegar incluso hasta los Celtíberos, y con una motivación pagana adoptada desde hace siglos por la religión cristiana, la cuaresma marca el periodo de 40 días hasta la Semana Santa en la que está prohibido comer carne. El respeto de los ciclos de la naturaleza y las épocas de cría se enraizan en los orígenes de esta costumbre de pegarse un atracón de carne antes de la abstinencia necesaria para favorecer la cría. Con estas, motivados por la religión, el ciclo vital, o con el objetivo simplemente de disfrutar de buena comida y mejor compañía, los pueblos del Alto Jalón celebran hoy, Jueves Lardero.
Pero no solo la comida salada es protagonista. La merendilla también incluye una selección de postres tradicionales, como las hojuelas, los rosquillos, o el mostillo, que endulzan la jornada y ofrecen el toque final perfecto a este banquete de sabores. Estos dulces, preparados de forma artesanal, son el broche de oro que complementa el festín y que, al igual que el resto de los platos, se transmiten de generación en generación.
El ritual del Jueves Lardero va más allá de la comida. Es un momento para encontrarse, reír, contar historias y transmitir a las nuevas generaciones el valor de nuestras costumbres. Bajo el resplandor de una hoguera, como hacen en Ibdes por ejemplo, o en el ambiente acogedor del bar del pueblo, amigos, familiares y vecinos se reúnen para disfrutar de ese festín que, sin importar las variaciones de cada localidad, conserva la esencia de lo tradicional.
En el Alto Jalón, el Jueves Lardero es, en definitiva, un día para celebrar la vida y la identidad de un pueblo que se enorgullece de su legado. Con cada mollete, cada tortilla, cada trozo de chorizo y longaniza, incluso cada torrezno, además de esos deliciosos postres, se revive una tradición que nos une y que sigue siendo motivo de encuentro y de emoción.
Que este Jueves Lardero nos recuerde la importancia de compartir nuestros sabores, nuestras historias y, sobre todo, nuestra pasión por mantener vivas las tradiciones que nos definen.
JALON
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