​SIN FONOLA NO HAY VERANO

Sin fonola no hay verano y, desde hace cinco años, no hay verano sin Sinfonola. Un lustro es tiempo más que suficiente para afianzar la relación entre la música y un pueblo, el pueblo. La música siempre ha sido del pueblo, nos iguala porque cada uno la siente como propia.

En el tiempo de los festivales estivales emerge la música como excusa inexcusable para compartir unas copas, unos amigos y un poquito de rock and roll. Un 'todito' de música para que los corazones latan más o menos acompasados por un día y noche al son de mil acordes ya inventados y recordados. Para que tú lo bailes en parejas, bailar pegados también es bailar, tríos, grupos grandes o pequeños o con tu sombra más o menos alargada, o naufragar en la barra de algún bar (aún nos quedan) moviendo las caderas aunque todo vaya regular.

Y es que no hay droga más dura que el roce de una canción. Cualquier noche los gatos de tu callejón maullarán la típica canción qué bonitos bArcos, barcos del Jalón. Todo cambia y sigue igual y aunque siempre es diferente, siempre el mismo mar.

Enhorabuena a la organización, a los disfrutones, a los pinchadores de música, a los músicos, a los espumaderos, a la ilusión de Chechu, a la de quienes no han podido asistir, porque siempre les quedará una noche más el lejano próximo verano.

Ahora, el verano continúa y promete agostarnos y agustarnos, sentirnos a gusto en el sitio de nuestro recreo.