MENTIR PARA NO GOBERNAR: EL PRECIO QUE PAGA ALHAMA DE ARAGÓN

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Ayuntamiento alhama


En Alhama de Aragón llevamos meses, años, tiempo ya casi indeterminado, instalados en una rutina tóxica que ha normalizado la mentira institucional, la evasión de responsabilidades y una forma de gobernar basada en los silencios estratégicos y las medias verdades. El conflicto en torno al Toro de Fuego no es sino el síntoma más visible de un problema más profundo: la inacción política como estrategia de supervivencia, que está asfixiando el presente y el futuro del municipio.


El caso del Toro de Fuego es paradigmático. Durante semanas, el Ayuntamiento ha negado que fuera a ser suspendido mientras intentaba, buscando el secretismo, econtrar la manera de cargárselo. Ha intentado que la Subdelegación del Gobierno le firmase un documento prohibiéndolo, algo imposible, pues es competencia autonómica y exclusivamente municipal. Ha mentido a los Amigos del Toro de fuego asegurándoles que era la Subdelegación quien prohibía el evento. Ha permitido que se enfrentaran entre sí vecinos que solo pedían justicia por unos daños y otros que solo querían mantener una tradición. Todo con el objetivo de no asumir una decisión que ya estaba tomada, y de paso no cargar con el coste político. Es decir: mentir para no gobernar.


Pero este estilo no es nuevo. Lo han denunciado ya diversas asociaciones culturales y deportivas, que critican la falta total de apoyo municipal, no solo en subvenciones, sino en lo más básico: respaldo institucional o, simplemente, presencia. No olvidamos la espantada reciente en el encuentro de las Cuatro Alhamas, dejando tirados en su viaje a la Banda de Música del Alto Jalón. Un acto sin justificación posible en un municipio que se autodefine como turístico y cultural.


La queja se extiende también al tejido empresarial. Varios emprendedores del municipio han hecho público su malestar no solo por la falta de apoyo, sino por la abierta hostilidad del Ayuntamiento hacia iniciativas privadas que necesitarían simplemente de un empujón administrativo o de una actitud colaborativa. En su lugar, se encuentran con trabas, dilaciones o, peor aún, indiferencia. Toda ella disfrazada de más mentiras, derivación de responsabilidades a funcionarios públicos como la figura de la secretaria-interventora o el arquitecto municipal, y un hilo conductor de todo ello: incapacidad para tomar decisiones con el objetivo de no 'quedar mal' con nadie, pero quedando mal con todos. Y es que las mentiras, o las medias verdades, acaban saliendo, como los gases, dejando un pestilente hedor en todo el pueblo.


La situación general del municipio tampoco ayuda. Calles sucias, zonas verdes abandonadas, instalaciones deterioradas... Todo ello en una localidad que vive del turismo, que presume de aguas termales y que cada vez deja peor impresión a quienes la visitan por primera vez. La imagen de un pueblo dejado de la mano de sus propios gestores se ha vuelto habitual.


Este clima, que divide, desalienta y desmotiva, ha hecho mella en la convivencia y en las expectativas de desarrollo. Los más jóvenes ven menos razones para quedarse y los mayores cada vez se sienten más ajenos a las decisiones que se toman —o no se toman— desde el Ayuntamiento.


Todo esto se produce en el marco de un gobierno fracturado desde su origen. Tras las últimas elecciones, y tras la 'no-moción' de censura a Jesús Lozano, se produjo la dimisión forzada del exalcalde, ante la retirada de confianza de sus propios concejales del PP, que se alinearon con Pilar Marco (Cs-Tú Aragón) para formar un gobierno de coalición total. Una apuesta arriesgada por el equilibrio en la que muchos confiamos (erróneamente como se ha demostrado)... y que ha durado poco.


La reciente destitución del concejal Fernando Cortés (PP) como teniente de alcalde —tras constantes desencuentros con la alcaldesa— ha roto definitivamente esa frágil entente. El consenso ya no existe desde hace más tiempo, quizá nunca existió realmente, y el Ayuntamiento funciona, desde quién sabe cuando, en modo supervivencia, sin rumbo claro - ni social ni político -, con decisiones improvisadas y una alcaldesa cada vez más cuestionada incluso por quienes la auparon al cargo.


De un equipo de siete concejales a una, con la coalición entre los tres de Cs-Tú Aragón, los tres del PP y la concejal no adscrita, la situación ahora ha derivado en un gobierno municipal formado por los tres ediles de Cs-Tú Aragón (Pilar Marco, Alberto Suero y Eva Lara) y una concejal del PP, la nueva Teniente de Alcalde, Reyes Marsol. Frente a ellos una oposición formada por Fernando Cortés y Ángeles Marco, ambos del PP, y la concejal no adscrita. Esta última en su día, siendo todavía del PSOE, apoyó la investidura de Jesús Lozano (PP). Después apoyó la de Pilar Marco y ahora cambia de nuevo de bando. Ya lo hizo antes de las elecciones, cuando iba a ir en la parte inferior de las listas del PP, y acabó siendo la primera de lista en la candidatura del PSOE, así que nada puede extrañar ya a estas alturas.


Lo que queda, hoy por hoy, es un municipio atascado, sin capacidad de liderazgo ni voluntad de afrontar los problemas de frente. Un gobierno que ha hecho de la ambigüedad su escudo, de la inacción su bandera y de la mentira su estrategia. Y eso, en un municipio que necesita más que nunca proyectos, ilusión y consenso, es el camino más rápido hacia el deterioro, la confrontación... y la despoblación.


Porque cuando la mentira se convierte en norma, el precio lo paga todo el pueblo. Y en Alhama de Aragón ya lo estamos pagando.

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