Más de un siglo después de aquel paseo veraniego entre espigas, el filósofo José Ortega y Gasset volvió simbólicamente a Romanillos de Medinaceli este martes 5 de agosto. Y lo hizo acompañado por decenas de personas, entre vecinos, vecinas y visitantes del Alto Jalón, que abarrotaron los salones del Ayuntamiento de esta pequeña pedanía soriana para inaugurar la exposición conmemorativa del centenario de la publicación de Nuestra Señora del Harnero, el relato que inmortalizó la visita del pensador al pueblo en 1911.
El acto, cargado de emoción, memoria y reivindicación cultural, contó con la presencia del subdelegado del Gobierno en Soria, Miguel Latorre, quien destacó el valor de recuperar el legado intelectual en el medio rural como forma de fortalecer su identidad. También acudieron otros representantes institucionales, como la delegada territorial de la Junta, Yolanda de Gregorio; el diputado de Cultura y vicepresidente de la Diputación, Enrique Rubio; o el alcalde de Baraona, Raúl Garrido. Al acto se añadieron numerosos residentes de localidades vecinas como Medinaceli o Arcos de Jalón, que quisieron sumarse al homenaje a una figura que pensó España desde sus rincones más olvidados.
El plato fuerte del acto fue la conferencia del catedrático Ignacio Blanco Alfonso, director del Centro de Estudios Orteguianos de la Fundación Ortega-Marañón, quien contextualizó la pieza escrita por Ortega y publicada en El Sol el 25 de julio de 1925. “No es solo un texto lírico; es una declaración de amor a la vida rural, a su ritmo y a su gente”, explicó, antes de leer fragmentos clave del relato en los que el filósofo definía Romanillos como “una aldeíta náufraga en un mar de espigas”.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 15 de agosto en horario de mañana y tarde, incluye documentos inéditos y una cuidada contextualización de la visita de Ortega, entonces con solo 28 años. Especial interés ha suscitado el hallazgo de la posible identidad de la joven que inspiró al autor, cuya figura emerge como símbolo de una emoción silenciosa que atraviesa todo el relato.
El recorrido finalizó con el descubrimiento de una placa conmemorativa en la antigua posada donde se alojó Ortega, cerrando un círculo histórico que devuelve a este rincón de la Soria rural un lugar en la geografía intelectual del país.
La exposición, organizada con el apoyo de la Fundación Ortega-Marañón, el Ayuntamiento de Baraona y el trabajo incansable de la asociación local, demuestra que los pequeños pueblos también son escenario de grandes relatos. Como recordó Blanco Alfonso, “la filosofía no siempre nace en las bibliotecas: a veces, florece en el silencio de un campo, en una conversación sencilla, en una plaza de pueblo bajo el sol de agosto”.
Romanillos rinde homenaje a su visitante más ilustre, no con solemnidad distante, sino con cercanía, gratitud y una mirada renovada al valor de lo que parecía invisible. Porque como escribió el propio Ortega, a veces basta un instante fugaz en mitad del estío para entender toda una vida.
JALON
NOTICIAS.ES
Comentarios