LA BIBLIOTECA DEL RÍO 2

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En este mes la nieve ha hecho historia. Cayó sobre la comarca como un relámpago blanco detenido en el cielo y que se deshizo sin prisa sobre los tejados, los campos y los caminos. Luego dejamos nuestra huella en ese relámpago, con la alegría que trae la nieve durante la primera jornada. Abrimos sendas en ella. La excavamos con palas. Desenterramos los coches. Aprendimos de nuevo a andar sobre el hielo. Hoy, 23 de enero, llueve. Y el relámpago blanco que iluminó nuestras vidas durante estas semanas ha desaparecido.

     Pero no los libros que he leído, fieles y firmes en la estantería. Uno de ellos, un clásico, Zorba el griego, de Niko Kazantzakis, publicado en la mítica colección de bolsillo de Alianza editorial, que este año, por cierto, celebra aniversario. Es una novela asombrosa, que ahonda como pocas en la pulsión humana que se debate entre la aventura física y sensual, completamente entregada al presente, y ese otro tipo de aventura, intelectual y espiritual, que trata de desentrañar su sentido. Ocurre en Creta. Y Zorba, el protagonista central de la narración, es uno de los personajes más fascinantes y atractivos de los que pueblan el universo de los libros, capaz de resolver el conflicto de la vida, regalándose a ella sin prejuicios y con un gran corazón, lleno de valentía, sinceridad y, aunque parezca contradictorio, picaresca. La novela está trenzada con personajes inolvidables y de una enorme sensualidad, como la viuda que vive en una huerta perfumada de naranjos y a la que rodea constantemente la muerte, hambrienta y empeñada en devorar su belleza. La he leído maravillado capítulo a capítulo, aunque a veces me irritaba la consideración general de los personajes femeninos, demasiado dependientes de la energía masculina.

     Todo lo contrario ocurre en la primera novela, precisamente, de una de las editoras de Alianza Editorial, Marta Barrio García-Agulló, que acaba de publicar Los gatos salvajes de Kerguelen, en la editorial Altamarea, en una edición cuidadísima. Aquí, la protagonista, al modo de una mantis religiosa, derrumba el presunto poderío masculino que nutre una expedición de científicos, ecologistas y militares que toma el rumbo de la Antártida. Se trata de una novela de intriga, con aromas de aquellos cuentos de terror y misterio que firmaba Edgar Allan Poe, y de aquel viaje alucinado de Arthur Gordon Pyn, aunque con una mirada rotundamente contemporánea. Esta historia, magnética e inquietante, tiene la fuerza visual de una mancha de sangre sobre la nieve. Y esa sangre derramada, abundante en estas páginas, está acompañada de la continua música que hacen los icebergs al derretirse y en los que la narración pone su foco para contarnos cómo el fracaso del ser humano ante sí mismo se corresponde con su incapacidad por frenar las consecuencias del cambio climático.

     Muy diferente es la temperatura de la tercera novela que quiero comentar: Últimas noches del edificio san Francisco, de Blanca Riestra, ganadora del último premio de novela Ateneo de Sevilla, y que narra los años fascinantes de la posguerra en Tánger, una ciudad habitada por múltiples artistas, escritores, diplomáticos, buscavidas de medio mundo, y también, por supuesto, de Marruecos, que habitan y tejen una especie de limbo -tan paradisiaco como infernal- donde las fronteras políticas, artísticas, éticas, económicas, sexuales, se han liberado para entremezclarse al ritmo tan calmado como efervescente de la ciudad. Blanca Riestra, con enorme sabiduría narrativa, va alternando los puntos de vista y las vivencias de un elenco extraordinario de personajes que realmente habitaron durante esos años en Tánger: los Bowles, Burroughs, Ginsberg, Francis Bacon, Emilio Sáenz de Soto, que ejerce de narrador en esta novela, Carmen Laforet, que inspira la historia de una de la protagonistas, Carmen Aribau, o Mohamned Chukri, a quien conocemos cuando aún no tiene apellido y tratando de acceder a un mundo que le deslumbra, y donde él deslumbrará.

     Blanca Riestra nos adentra magistralmente en la intrahistoria de Jane Bowles, una escritora secuestrada por dos poderes contradictorios: la fama de su marido, y la dependencia de una mujer marroquí, a la que acusan de bruja, y que, sin embargo, conecta a Jane con el fluido verdadero de la vida: un amor ambiguo, inclasificable y que, como todo aquello que somos incapaces de nombrar, verdaderamente nos traspasa.

     Jane, como Carmen Aribau, son víctimas de un mundo masculino -hetero y homosexual- que todavía es incapaz de integrarlas al mismo nivel, en una dialéctica entre la conciencia y la ignorancia, donde, como la propia ciudad de Tánger, caerán arrolladas por la historia, pero ensalzadas por la mirada de hoy.

     Hoy llueve decididamente. Sopla el viento en el cañón de Somaén. El Jalón habla, murmura y, en sus meandros, ruge, acerca de todo lo que arrastra.

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