LAS CELESTIALES SALCHICHAS DE CETINA -1634

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“Antes para mi entierro venga el cura, que para desposarme”. Estas palabras pronunciadas por Francisco de Quevedo, dan una idea clara de la aversión que este gran escritor tenía  hacia el matrimonio.


Pero seguramente lo más estrafalario que hizo fue casarse el 26 de febrero de 1634, en el  Palacio de Cetina, con  Esperanza de Mendoza, viuda del señor de Cetina, fallecido años antes. De hecho, según un  certificado de la partida de matrimonio realizado en 1878 y conservado en el Museo del Ejército, no hubo misa nupcial, sino una simple aceptación de los contrayentes. Vamos, lo más parecido a una boda civil actual, pero de hace cuatrocientos años. Sin embargo, esta fórmula estaba contemplada en el Concilio de Trento. Es decir, que se casaron de verdad. Pero si se casaron en 1634, ¿qué demonios es el certificado de 1878? 


Dos siglos después de la boda, el prior de la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Cetina hizo un certificado del enlace. El documento en cuestión llegó al Museo del Ejército, por medio de la donación  del ministro de justicia en el gobierno del general Prim… menudo cacao.


Llegados a este punto, el ávido lector dirá, ¿y las salchichas a las que hace referencia el titular? Antes de ponerlas en escena, es necesario situar el marco de circunstancias. Según el cronista de la villa de Cetina, Joaquín Ibáñez, Quevedo permaneció en Cetina hasta el 25 de abril del mismo año del enlace. Así, Esperanza, en poco menos de dos meses, se quedó descompuesta y sin marido. Y de todo esto, el mejor recuerdo que se llevó  Quevedo de Cetina fueron las salchichas.


En una carta fechada el 4 de mayo de 1634 al Duque de Medinaceli, sólo unos diez días después de su partida de Cetina, este le dice: “Advierto a vuecencia que yo me “truje" una docena de salchichas que están celestiales; no las desacredite el moho". Lo que no sabemos es, si cuando escribe la carta, todavía le quedaban salchichas, o eran ya el recuerdo de un glorioso pasado.


Así, tenemos al 'monstruo' de la literatura española, acostumbrado a los manjares de la Corte, hablando de las humildes y celestiales salchichas de Cetina. Desconocemos la receta, pero es casi seguro, que estaban muy condimentadas  y quizá un poco más gruesas, según  la costumbre de la época. Lo que sí que tenemos es una pista... uno de los testigos de la boda fue Juan de Aguilera, y me comenta mi buen amigo Ángel López, cetinero de cuna, que los carniceros de Cetina llevan ese mismo apellido. Yo ahí lo dejo. Para consultar el certificado de matrimonio pincha aquí


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